Era una madrugada lluviosa y Marcos, el conductor, se sentía agradecido por la compañía inesperada. Es difícil que alguien te reserve un trayecto cuando sales a trabajar a las 5:30h de la madrugada ¿No?
—¿Seguro de que llegaremos antes del amanecer? —preguntó el pasajero, rompiendo el silencio.
Marcos sonrió, sin apartar la vista de la carretera.
—Sí, no te preocupes. Conozco bien el camino. ¿Por qué la prisa?
El hombre se encogió de hombros, mirando por la ventana.
—Digamos que prefiero la noche.
Marcos asintió y cuando se disponía a responder se cruzó en la carretera un conejo, obligando al coche a realizar una maniobra que casi acaba con el vehículo en la cuneta.
—¡Casi nos matamos! —afirmó Marcos.
El pasajero sonrió, mostrando un destello de sus dientes, y dijo:
—Estaría huyendo de algún depredador nocturno. La vida es un suspiro, una chispa en la vasta oscuridad. La muerte, en cambio, es el verdadero estado del ser. Es en la muerte donde encontramos la paz y la eternidad.
Marcos frunció el ceño, un poco inquieto por la conversación.
—¿No crees que la vida tiene su propio valor? Las experiencias, las emociones…
El hombre asintió lentamente.
—Claro, la vida tiene su belleza. Pero es efímera. La muerte no es el fin, sino una transición a algo más grande, algo que la mayoría teme.
Marcos tragó saliva, incómodo.
—¿Y tú? —preguntó el hombre—. ¿Temes a la muerte, Marcos?
—Supongo que sí. Es natural temer lo desconocido.
El pasajero sonrió de nuevo, esta vez mostrando claramente unos colmillos afilados.
—El miedo es una reacción humana. Pero aquellos que abrazan la oscuridad, que aceptan la muerte como parte de su existencia, no temen.
Finalmente, el horizonte comenzó a clarear y con él, el final del viaje.
—Parece que llegaremos justo a tiempo —dijo Marcos, aliviado.
El pasajero asintió, pero su expresión se había vuelto sombría. Cuando el coche se detuvo, el hombre bajó rápidamente, cubriéndose con su abrigo. Antes de desaparecer en la penumbra, se volvió hacia Marcos y le dedicó una última sonrisa.
—Gracias por el viaje. Siempre es hermoso compartir coche y recordar cómo viven los conejos.
Marcos lo observó alejarse. Sólo entonces notó que el asiento del pasajero estaba completamente seco, a pesar de la lluvia que estaba cayendo cuando lo recogió. Y un escalofrío le recorrió el cuerpo que le acompañó el resto del trayecto.
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