Laura y Alba habían
solicitado viajar a la ciudad a través de Bla bla car. Era de noche
y, a la hora acordada, fueron recogidas en su pueblo por Laia y
Silvia. Iban a celebrar la fiesta de Halloween. Se desplazaban en
medio de una espesa niebla, cuando, de repente, algo blanco impactó
en el parabrisas. Las cuatro dieron un grito de espanto,
preguntándose qué había sido.

Laia,
asustada, redujo la velocidad y empezaron a oler un olor extraño.


¿No oléis algo raro?
—preguntó Silvia—.
Sí, huele a
quemado —dijo Laura.

Y
empezaron a preocuparse, extrañadas por ese olor.

Seguían
avanzando, entre preocupadas y asustadas, cuando vieron una luz que
se acercaba.

—¿Qué
es esa luz? —inquirió
Silvia, con miedo.

—Reduce
la velocidad, no vayamos a tener un accidente —aconsejó Alba,
prudente.

En
medio de la niebla, empezaron a vislumbrar una silueta.

—¿Qué
es eso? —preguntó Laia, cada vez más asustada.

—A
ver si será el espíritu de un fallecido en accidente de coche en
esta carretera, como sucede en Galicia los días de niebla —dijo
Silvia.

—Sí.
Parece un fantasma —dijo Alba, con un nudo en el estómago.

—¡Callaos
ya! —les recriminó Laia, nerviosa—. Silvia mira demasiadas
películas de miedo y ve fantasmas en todas partes.

Se
iban acercando cada vez más a la silueta y lanzaron un grito de
espanto al ver un hombre ensangrentado. Laia dio un golpe de volante
para esquivarlo.

—¡Dios
mío! Era un hombre lleno de sangre —exclamó Silvia, horrorizada.

—Yo
cada vez tengo más miedo. Es todo muy raro y encima este olor a
quemado —añadió Laura.

—En
una película basada en hechos reales, había personas a las que,
antes de tener un accidente, se les aparecía un ser con alas, como
el que hemos visto nosotras —alertó Silvia.

De
repente, volvieron a ver más luces entre la niebla.

—¡Cielo
Santo! ¿Qué es eso? —exclamó Silvia.

Todas
se alborotaron y empezaron a gritar.

Laia,
nerviosa y asustada, paró el coche y un fuerte golpe las paralizó.

Se
quedaron dentro del coche, inmóviles, sin atreverse a
salir, hasta que un chico golpeó una ventanilla:
“¿quieres hacer papeles por el golpe que te he hecho con mi coche?
Tenemos prisa porque hemos recogido un camionero que ha tenido un
accidente a causa de una lechuza”.

Laia
quiso poner el freno de mano y se dio cuenta de que lo había llevado
puesto todo el viaje.

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