—Daniel, que mierda estás haciendo, llevo esperándote una eternidad, ¿Estás bien?
—¿Estoy qué? Lucas, me quedé dormido y me olvidé llamarte —dije con una sonrisa y muchísimo sueño.
—Si, si, eso lo sé, vengo a decirte algo importante.
Lucas apartó la ropa que había en el sofá y se sentó. Estaba nervioso, restregándose las manos con las piernas, con su cara de haber dormido nada y menos.
—Necesito ir a casa del jefe.
Le miré con curiosidad.
—¡Vale! voy a cambiarme, por tu cara debe ser importante —dije pensativo y sonriente.
Lucas y yo bajamos al coche y se encendió un cigarro, me dio otro, y comencé a conducir.
Lucía un día nublado, allí en la ciudad siempre había un tono grisáceo en el cielo.
—Recibí una carta del jefe del ‘colmillo blanco’ pero es un poco rara, te la leo a ver qué opinas
‘ Después de 3 días de calor, un hermoso atardecer caerá sobre nosotros, y la luciérnaga emprenderá su brillante camino ’
—Parece que habla en clave, pero el jefe siempre habla de manera muy directa.
—Sí, es extraño, me escribió hace dos días, hoy es el tercero, por eso vamos.
—¿Calor? Pero si estos días hizo frío…
—El jefe y sus cosas, sigamos conduciendo.
Aceleré por las calles de la ciudad. Pensaba en las palabras del jefe, observando los viejos edificios y el aleteo indiferente de la gente, caí en la cuenta de que había un bloqueo justo antes de llegar a la mansión del jefe que quedaba en lo alto de una colina.
Reconocí al bueno de Julius en uno de los todoterrenos que bloqueaban la entrada a la finca.
—Julius, ¿Qué ocurre?
—!Se puede saber que coño pasa! Tenemos que hablar con el jefe —dijo Lucas enfadado.
—Igual que todos nosotros ¿También habéis recibido la carta?
Desde el coche pude ver, entre el enfado de Lucas y el careto de Julius, en lo alto de la casa, a aquella mujer de rostro tranquilo y pálido, sonriéndonos con su cabellera naranja, cuando de pronto levantó la cabeza del jefe, la cual había cortado con un cuchillo.
—Después de tres días de calor, el hermoso atardecer… — dije.
—Y la luciérnaga emprenderá su brillante camino… —dijo Lucas.
Lucas y yo nos miramos tensos, nuestra intuición nos susurró que saliéramos corriendo del coche, cuando después, la mujer, dejando caer la cabeza, disparó hacia la fila de todoterrenos con un bazuca…
OPINIONES Y COMENTARIOS