– Nos estamos tardando demasiado- exclamaba el anciano.

– Tranquilo, esto será más rapido de lo que imagina- contestó el joven Alex. -Nos queda bastante, pero ya vera usted como no tarda en verse la ciudad- .

– Si, ya falta poco- Habló el anciano con un suspiro en la boca. 

– ¿Hace cuánto no ve a su esposa señor?- preguntó Alex.

– Hace bastante..- El anciano estiro la manga de su suéter hasta cubrir sus dedos y con verguenza la deslizo por su mejilla.

– Hace mucho que no la veo, y todo ese tiempo sin verla, me la pasé mal realmente, no puedo negarlo – dijo.

– ¡Cómo sufrimos por ese tipo de cosas!, ¿Verdad?- Exclamó el joven.

– ¿Y tú?, ¿Cuánto tiempo llevas sin ver a tu mujer?- Preguntó el anciano.

– Demasiado, casi injusto el tiempo separados- Contestó. – ¿Acaso no parece injusto a veces el tiempo ?  

– Cierto, muchacho, demasiado cierto… Descansa-. Dijo el anciano.

El auto avanzó lento hacia su destino, inseparable el viejo del volante, se inclinó hacia el frente y apoyando su pecho en el cuero del volante entrecerró los ojos y dijo:

– No alcanzo a ver la carretera, ya la edad me lo impide- haciendo esfuerzos por acercarse más, el joven le tocó el hombro.

– Está bien, yo conduzco ahora, puedes tomar un descanso- llevaban seis horas en carretera y el viejo no habia soltado el volante en todo el trayecto. Se levantaron de sus asientos y las manos del anciano se miraban adoloridas por la forma en que temblaban mientras se cambiaban de lugar. 

El viejo recostó la mejilla en los asientos de atras, apoyo el hombro y subiò los pies no temiendo a ensuciar los asientos traseros.

Alex miraba por el retrovisor como el anciano sin decir nada, cerró los ojos y durmió como el niño que alguna vez fue.  

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