Si alguien hubiera visto la tranquilidad de la ruta en aquellos momentos probablemente creería que estábamos de camino al fin del mundo. La caloridad del asfalto humedecía el aire que entraba por la ventanilla, aire que chocaba de forma un poco violenta contra mi yo de dieciséis años que ridículamente encontraba placer en esa torrentada. Mi hermano mayor conducía hábilmente siguiendo las formas de las curvas desiertas, despobladas de cualquier humanidad que no fuera la nuestra. Tenia una remera gris con estampas intrascendentes en inglés, pero resaltaba para mis ojos por ser la que alguna vez le había regalado cuando cumplió veinticuatro. En su pelo se dibujaba el clásico cortes de los militares, apisonado con algún gel que el sol se encaraba de hacer brillar.

  • Ya estamos cerca — dije, cuando empecé a reconocer los arboles chuecos y los galpones comerciales.
  • Si ya en media hora llegamos.

Llegar a casa era el objetivo, volvíamos de buscar mercadería en una ciudad no muy lejana pero que nos doblaba el tamaño.

  • Ayer  estaba en la escuela y nos llamaron a todos para que fuéramos a saludar al intendente, ni que fuera el presidente o algo — conté sin mucha importancia.
  • Y bueno, pero hay que hacer caso, así quedas bien parado.
  • Tenes razón — admití.

Recuerdo su mirada en el volante, se perdía en la infinidad de la ruta buscando el camino a casa, aun cuando lo sabía de memoria. Estaba acostumbrado a eso, a ir y venir múltiples veces por los mismos caminos.

  • Vos Tenes que cuidar a Mama y Papa — dijo en un momento.
  • Todos — dije invocando a mis demás hermanos mayores.
  • Pero vos te vas a quedar al final, en la casa.
  • ¿Y a donde van a ir ustedes?
  • Y no se…la vida es así, nos aleja.

Estábamos acostumbrado a esas conversaciones espontaneas que evocaban el futuro, quizás porque siempre estábamos preocupados por lo que podría pasar.

Cuando cruzamos el umbral de la ciudad empezaron a divisarse las calles de tierra que conducían a casa.

  • Tenes que aprender a manejar también.
  • Ya voy aprender— me defendí.

Estacionar afuera de casa significa que tenia que bajarme a abrir el portón, para que metiera el auto y así lo hice. El 308 se sumergió en casa y mi hermano se bajó. Entonces los instintos me llenaron. Corrí a abrazarlo.

  • Soltame boludo.

Fue el ultimo viaje que hicimos juntos

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