«El reencuentro inesperado»
Las primeras gotas de lluvia empezaron a golpear el parabrisas justo cuando arrancamos. «Un viaje lluvioso, qué original», pensé mientras me acomodaba en el asiento trasero del coche. Al volante, Jorge, el conductor, revisaba su GPS con una expresión de concentración absoluta. Delante de mí, otra pasajera llamada Clara miraba por la ventana, absorta en sus pensamientos.
El viaje iba a ser largo, así que intenté romper el hielo.
—Menuda tormenta, ¿eh? —comenté, más por llenar el silencio que por otra cosa.
—Sí, parece que no vamos a ver el sol en todo el camino —respondió Jorge sin apartar la vista de la carretera.
Clara, en cambio, no dijo nada. Estaba demasiado concentrada en un pequeño llavero que giraba entre sus dedos, un elefante de tela que parecía haber visto tiempos mejores. Sin embargo, tras unos minutos de silencio, no pude evitar mirarla otra vez. Había algo familiar en su rostro, pero no lograba ubicarla.
—Disculpa, Clara… ¿Nos conocemos de algún sitio? —pregunté, sintiendo que mi pregunta podía sonar un poco extraña.
Ella me miró por el retrovisor y frunció el ceño, como si intentara recordar también.
—Pues… ahora que lo dices… —dijo, con la voz algo insegura—. Espera, ¿eres de Villalba?
Asentí de inmediato, sorprendido. ¿Villalba? Eso fue hace años, cuando era niño.
—¡Claro! —dije, recordando de repente—. ¡Jugábamos juntos en la plaza del pueblo cuando éramos pequeños!
Sus ojos se iluminaron.
—¡No me lo puedo creer! ¡Eres el mismo Sergio de los veranos en casa de mis abuelos!
Empezamos a reír, compartiendo recuerdos olvidados de las tardes en bicicleta y los helados en la plaza. Era increíble cómo el tiempo había pasado, y sin embargo, aquí estábamos, en el mismo coche, después de tanto tiempo.
El resto del viaje fue como un reencuentro de viejos amigos. Jorge, que hasta entonces había permanecido en silencio, se unió a nuestras risas con sus propias historias de pueblos y aventuras de infancia.
Al final, lo que parecía un simple viaje en coche bajo la lluvia se convirtió en una conexión inesperada con el pasado. No solo compartimos anécdotas, sino la sorpresa de cómo, a veces, la vida tiene una forma curiosa de volver a reunir a las personas.
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