Los verdaderos pirómanos adoran los veranos rigurosos; no lo pueden evitar. Tal vez sin darse cuenta, necesitan zambullirse en ese estado de fiebre externa, de piel caldeada que solamente se consigue con la combustión del oxígeno a su alrededor y la proximidad de las llamas.
Hay quien considera que se trata de la consecuencia inconsciente a una carencia de abrazos en la infancia, una especie de sed insaciable de quienes han crecido en un Sáhara afectivo. No puedo estar seguro de tal afirmación, pero es comprensible.
Me ocurre algo similar con los asuntos de dinero.
La memoria de mi niñez es un recuento de escaseces, una contabilidad de privaciones y austeridades impuestas. Ese aprendizaje se te queda grabado en el lóbulo parietal, condiciona de modo perenne tu mirada del mundo e incluso tu posición: siempre al otro lado del cristal de la confitería, siempre mirando a un taxi como un lujo sobre ruedas…
Quizá es por eso que, aun disfrutando hoy de una holgada situación económica como jefe de Cirugía del Virgen del Rocío, soy un contumaz usuario de los coches compartidos. No por conciencia climática ni por la tan publicitada aventura de conocer gente al azar, pueden creerme. De hecho, odio a la gente, aunque he aprendido a tolerar a los compañeros de viaje.
Mis normas de pasajero son tres e innegociables: asiento trasero, prohibido fumar y solamente cuatro ocupantes, para impedir el contacto. ¿Acaso es demasiado pedir?
También prefiero, si es posible, que se evite esa cháchara tediosa e insustancial que me crispa los nervios.
Afortunadamente, faltan poco más de 20 kilómetros para llegar a destino y reina un confortable silencio en el habitáculo. Apenas se escucha un gimoteo de vez en cuando en el asiento del copiloto, pero es comprensible. Al fin y al cabo, se han llevado un buen susto al ver manar tanta sangre
Comprendo que el vuelo tajante de un bisturí por la carótida pueda resultar una visión impactante para quienes no estén acostumbrados, pero la discusión se estaba eternizando sin querer entrar en razón y el horario está para cumplirse.
Les he vuelto a explicar que mis condiciones estaban bien claras en mi perfil de usuario y que la aparición de un quinto pasajero resultaba intolerable.
Por suerte para él, había sitio suficiente en el maletero.
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