Un domingo asquerosamente cálido de julio en Granada, me puse en camino a coger mi coche compartido. Una chica iba delante de mí, y cuando llegamos al lugar, se acercó a un vehículo. Casualmente, era de la misma marca y color del que iba a coger yo, por lo que me acerqué junto a ella y escuché que le preguntaba el destino al conductor. «Málaga», me pareció escuchar. Por tanto, sin siquiera decir mi nombre ni emitir sonido alguno por mi boca, me subí.
De camino, comenzaron a hablar de un pueblo, con el cual todos parecían tener alguna relación. Yo, sumida en mi introversión, escuché atentamente sin decir palabra. Me pareció captar algo del nombre del pueblo, «Lula», y pensé que quizá pararían allí antes de seguir el camino a Málaga, mi destino. La razón que me llevaba a visitar la ciudad por primera vez era nada más y nada menos que una cita Tinder, lo que hacía que ese viaje me pusiera nerviosa y me hiciera sentir más insegura de lo normal.
Según avanzaban los kilómetros, comencé a ver carteles a Baza y a Murcia. Pensé, «Baza… Me suena que puede estar en la provincia de Granada, o en Jaén. Pero Murcia… ¿Acaso es la dirección correcta?». De pronto, me di cuenta de que nos metíamos por carreteras comarcales, pero me daba terror mirar el mapa. ¿Y si me había confundido? Me daba mucha vergüenza preguntar el destino real. Además, comencé a sospechar cuando vi que el conductor me había estado llamando y mandando mensajes sobre que iban a salir sin mí, y yo pensé, «pero si estoy en el coche con ellos…».
Miré el mapa. Estaba en Almería, en el otro sentido. De pronto descubrí el pueblo al que nos dirigíamos… Olula del Río. Con prisa, escribí a mi cita Tinder: «Málaga no está en dirección a Baza y Murcia, ¿verdad?». Me vino a buscar en coche desde Málaga, haciendo tres horas de ida y tres horas de vuelta. Las horas que pasé en Olula del Río las llené con cerveza, al sol abrasador de la Alpujarra almeriense. Creo que estuve más tiempo en ese pueblo que en Málaga, adonde llegué a las 7 de la tarde, y cogí un coche de vuelta a Granada a las 10 de la noche. Me dejé las gafas de sol en el coche por salir con prisas.
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