En el asiento trasero viajábamos una chica, mi amigo Javiel y yo. Como podéis imaginar, la conductora no era partidaria de marcar la casilla que aseguraba una plaza vacía para mayor comodidad, a pesar de que el viaje era largo: seis horas desde Toledo hasta el aeropuerto de Asturias. Salimos a las seis de la tarde y llegaríamos cerca de la medianoche. Nuestro destino final era un hotel en Gijón, a casi cincuenta kilómetros del aeropuerto, y para llegar teníamos dos opciones: gastar un dineral en un taxi o esperar una hora hasta el último autobús. La idea del autobús no era tan mala, salvo porque la estación en Gijón quedaba a una hora a pie de nuestro hotel. La tercera pasajera era una joven elegante. Al principio se notaba un poco tímida, usaba auriculares y parecía no tener interés en interactuar con nadie. Me pregunté si sabría alguna otra manera de llegar a nuestro destino, así que le llamé la atención. Me miró, se retiró los auriculares y comenzamos a charlar. Se llamaba Isabel y, casualmente, era de Gijón. Amablemente, me sugirió las mismas opciones que ya conocíamos y mencionó que tomaría el autobús. Al bajar del coche, Isabel se marchó apresurada, lo cual me sorprendió, ya que aún faltaba una hora para el autobús. Me di cuenta de que había olvidado algo en su asiento: unas gafas de sol. Al tomarlas, supe de inmediato que eran de gran calidad; más tarde descubrí que también eran muy caras. Pensé en devolvérselas en la parada, así que me las colgué del cuello de la camisa. De camino al autobús, vimos a Isabel haciendo una llamada. Me acerqué para devolverle las gafas y le pregunté si había perdido algo. Se puso nerviosa cuando le señalé las gafas que llevaba colgadas. Con un rápido movimiento, me las arrebató y me dio las gracias. Nosotros seguimos andando, pero no habíamos avanzado mucho cuando escuchamos su voz. Nos dijo que su madre venía a recogerla y nos ofreció llevarnos. El viaje con madre e hija fue muy agradable, y nos dieron muchos consejos útiles. Nos dejaron en la misma puerta del hotel. Lo que pudo haber sido una noche larga y tediosa se convirtió en el primer golpe de suerte de aquel viaje.

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