Esto de compartir coche no suele ser, por lo general, buena idea. En este particular que me ocupa los implicados se conocían perfectamente. Les voy a contar de forma muy breve la disparata peripecia de cuatro cacos de poca monta que hartos de malvivir con pequeños timos y algún que otro robo con la técnica del tirón (subidos a un vespino de los noventa) decidieron dar un palo a lo grande.
¿El inconveniente? Cuando tan peculiar cuadrilla apenas reúne, entre todos, neurona y media que el atraco saliese bien sería cosa digna de cuarto milenio…
El golpe definitivo. Sí, ese tipo de ratería que les permitiese vivir como reyes en algún país al otro lado del charco, probablemente Brasil. Y para esto qué mejor que atracar la joyería de la señora Blanco, una anciana muy conocida en el barrio por su activismo social para con los más desfavorecidos.
Presten atención a las pocas luces de estos entrañables amigos de lo ajeno a los que, evidentemente, una actuación delictiva de tal calado les quedó demasiado grande.
Apretujados compartían un vehículo más viejo que Matusalén. Uno de los cacos lo había robado en el poblado gitano. Traqueteaba tal cual fuese dejando piezas del motor por la carretera. Parecían más cuatro sardinas enlatadas que cuatro personas.
Una vez cometido el vil acto esto sucedió dentro del automóvil:
Habla el caco número uno:
—Colegas, si os digo que me he olvidado de anular la cámara de seguridad… ¡Qué fallo! Nuestros caretos habrán quedado grabados. ¡Maldita mi calavera!
Habla el caco número dos:
—Pues si os digo que al escuchar la alarma he dado aviso a la policía. No sé que me ha pasado pero por una vez la conciencia me pudo. No tardarán en llegar y llevarnos presos. ¡Hay que ser imbécil!
Habla el caco número tres:
—Eso no es nada compañeros, si os digo que saliendo de la joyería he tropezado con un canto. ¡Qué costalazo! Y aún por encima se me ha caído la bolsa con las joyas. Mirarlas, todas esparcidas por la calle…
Habla el caco número cuatro:
—Aguardad que falta lo mejor… He olvidado echarle gasolina al coche, no queda ni gota. ¿Escucháis las sirenas de los maderos? Pues tenemos un problema mayor… Por allá vienen, a la carrera, los gitanos a los que robamos el coche…
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