El misterio de la cabra

El misterio de la cabra

Plui

04/10/2024

La tarde caía sobre la carretera que serpenteaba entre los campos dorados. Eran las seis y faltaba poco para que llegáramos a destino. Éramos cuatro extraños en un coche compartido: Luis, el conductor tranquilo que se sabía todos los caminos; Marta, una estudiante de veterinaria; Javier, un joven que no soltaba el móvil; y yo, un fotógrafo aficionado en busca de inspiración.

Todo parecía normal hasta que, a mitad de trayecto, nos cruzamos con una cabra. No una cabra cualquiera, sino una cabra con un sombrero de paja atado a la cabeza. Frenazo. Silencio. Nadie sabía cómo reaccionar.

—Esto no lo ves todos los días —dijo Luis, mirando el retrovisor como si la cabra fuera a desaparecer.

Marta, emocionada, saltó del coche y fue directa hacia el animal, con una determinación que sólo una estudiante de veterinaria podría tener.

—Está perdida, seguro que es de alguna granja cercana —decidió.

Lo curioso es que la cabra no parecía estar perdida. Más bien, tenía un aire de autoridad, como si fuera ella la que había parado el coche, y no al revés.

—¿Qué hacemos? —pregunté, entre intrigado y divertido por la surrealista escena.

Javier, sin levantar la vista del móvil, murmuró algo sobre buscar la granja en Google Maps, pero Marta ya estaba ocupada acariciando a la cabra como si fuera un perro.

—¿No habréis oído hablar de la leyenda de la «cabra del sombrero»? —preguntó Luis de repente, con una sonrisa que mezclaba misterio y humor.

Nos miramos confundidos. Ninguno había escuchado semejante cosa. Luis continuó, disfrutando de nuestra curiosidad.

—Dicen que si te cruzas con una cabra así en un viaje, te está dando una señal. Algo importante está a punto de suceder.

—¿Importante? —solté, entre risas—. ¿Qué tipo de señal?

Justo entonces, el móvil de Javier se apagó. «Sin batería», gruñó. Y, como si el universo hubiera escuchado a la cabra, el coche, que hasta ese momento había sido nuestro refugio rodante, se apagó también.

—¿La señal era esto? —preguntó Marta mientras nos quedábamos a oscuras.

La cabra nos miró. Parecía decirnos algo que, a pesar de todo, aún no comprendíamos…

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