─ ¿De cuánto tiempo estás? ─ Le pregunté mirando sus penetrantes ojos azules a través del retrovisor.
Y en qué momento nos pusimos a hablar de su embarazo, no lo sé, creo que lo invocamos inconscientemente. Por lo que dijo, le quedaba poco y quería dar a luz en zona costera, por las energías del mar y esas cosas.
Al principio, no hubo nada de química entre nosotros, aquella chica, no estuvo por la labor de entablar conversación alguna, respondía secamente las preguntas que le iba haciendo. Yo, que soy todo lo contrario, una persona muy habladora y curiosa, no hay momentos de silencio cuando se está conmigo.
─ Pareces asno – Dijo en tono burlesco
─ Soy peor ─ Respondí evadiendo la intención de su frase
En los siguientes sesenta minutos, mi vida cambió.
El asiento de mi coche mojado, gritos con los que podía sentir su dolor y las piernas de aquella mujer tapándome la visión de la luneta.
Me faltaba el aire. Paré el coche y abrí la puerta.
─¡Ven, necesito tu ayuda! – Cogí aire y expiré lo máximo que pude mientras andaba hacia ella. Su mirada habló y yo simplemente la escuché.
Coraje e iniciativa era todo lo que necesitaba.
Saqué un pareo y alguna sudadera que tenía en mi maleta.
─ Lo único que tienes que hacer es ayudarme a aguantar al bebé cuando salga. ¿Podrás hacerlo? – Dijo mientras derrochaba sudor y alguna que otra lágrima.
─ Si – Contesté sin recapacitar. – Inspira y expira de manera pausada. – Dije para terminar la frase, transmitiendo confianza en mí mismo para tranquilizarla.
Me arrodillé entre sus piernas, grité la única palabra que retumbaba en mi cabeza, empuja, y sonreí.
Con el pareo ya preparado, cogí su minúscula cabeza en mi mano derecha, mientras mi brazo izquierdo soportaba su delicado cuerpo. Le miré y vi lo más puro que jamás había visto.
Ella suspiró y se echó a reír, me quedé mirándola aturdido por la situación, pero terminé contagiándome de una energía que no sé de dónde le partía. Ambos reíamos mientras el pequeño aun en mi brazos, comenzó a llorar. Rápidamente se lo di.
Le sostuvo durante unos segundos y el silencio invadió el momento. Les di su espacio y me fui a asimilar todo lo que había pasado. De nuevo, abrí mi puerta y me senté.
─¿Cómo le vas a llamar? – Pregunté
OPINIONES Y COMENTARIOS