Nunca supe realmente de donde era. Cuando se lo pregunté esbozó una gran sonrisa. “¿De donde parezco?” Ahora me miraba retadora y eso me desconcertó mucho. Tuve que agarrar bien el volante y me pellizqué en el costado izquierdo, para no perder la concentración sobre la carretera. “Pues no sé, pareces de tantos sitios…” Creo que se me notó mucho que estaba bastante azorado, así que ella pasó de la sonrisa directamente a la carcajada. “Pues vaya comienzo”, pensé para mis adentros. La joven era realmente encantadora. Que digo encantadora, era un volcán en erupción. Destilaba sensualidad por todos los poros. “Pero no te rías de mi mujer. A ver si te voy a tener que bajar del coche”. Me hice el ofendido, pero ella aumentó sus carcajadas…y con ello mi azoramiento. Ya estaba colorado como un tomate. “Y todavía me quedan 400 km”, pensé con evidente preocupación. “Pero chico, que no es más que una broma, no te lo tomes a mal”. Había dejado de reírse, pero, esta vez, su sonrisa inundó literalmente todo mi ser, especialmente la entrepierna. Encima llevaba una camiseta con un escote super pronunciado y empecé a darme cuenta de que la seguridad de la conducción estaba en entredicho. Me costaba una barbaridad no desviar la mirada hacia ese canalillo que aventuraba una húmeda felicidad no escrita en ninguna parte. “Vale, vale, lo mío era también una broma. ¿Cómo te voy a bajar del coche? Esto es un blablacar”. Ahora era yo el que forzada las carcajadas para relajar la tensión…digo, mi tensión. Ya me había arrepentido profundamente de haberle dicho semejante tontería. “Venga -dijo ella- de buen rollo, que pareces una persona muy maja”. Y levanto sus majestuosas piernas, que sobresalían de un ajustado short, apoyándolas sobre el salpicadero. Yo ya me había fijado en ellas (antes de que entrase en el coche), pero al verlas ahora ahí, tan rotundas, a unos centímetros de mi mano derecha, tuve que hacer…tuve que pegar un volantazo, porque me iba directamente contra el guardarraíl de la carretera. “Decididamente…creo que me estoy enamorando”, pensé mientras ella despotricaba airadamente, mostrándome con sus movimientos esos lugares que tanto ansiaba.
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