LOS COLORES DE LA VIDA

LOS COLORES DE LA VIDA

Álvaro Hurtado

03/10/2024

Si mi alma tuviese un color, sería el negro. Fiel reflejo de mi personalidad; introvertido, reservado, y escéptico con todo aquello que pretende hacer de este asqueroso mundo un lugar de felicidad y alegría. No creía en la verdadera amistad, ni en la solidaridad, y mucho menos en el amor. Más bien todo lo contrario; me daba pavor la crueldad de la humanidad, por eso la soledad era mi mejor amiga.

Así que me repugnaba la idea de tener que buscar coche compartido, pero no tenía otra opción si quería reducir gastos para ir a la universidad.

Tras tres meses compartiendo coche con completos desconocidos que me contaban sus vidas, sin que a mí me importase lo más mínimo (siempre he sido muy bueno fingiendo que escucho) ese día recogeríamos a una nueva pasajera.

No sé cómo ocurrió, pero al instante mi mirada estaba clavada en esa chica y no podía retirarla. ¿Por qué no podía dejar de observarla? ¿Acaso era ella el motivo por el que comenzaba a sentir como los latidos de mi corazón luchaban por salirse de mi pecho, y que mi estómago estuviese empachado de mariposas que no paraban de revolotear en su interior? ¿Esto que estaba sintiendo era amor a primera vista? Nada de eso me importaba por entonces. Lo único que deseaba es que apartara su mirada de ese mundo digital de tres pulgadas y media que la tenía totalmente evadida del mundo real.

Un cruce de miradas, un fugaz cruce de miradas y todo aquello que sustentaban los pilares de mi credo se vendrían abajo. Un efímero gesto de complicidad y comenzaría a creer en eso que llaman amor.

Entonces la magia se convirtió en fantasía. Sonrió… Me sonrió. No sé si fue por la cara de idiota que debía tener en ese momento, o fue un simple gesto de empatía; una invitación a bajarme en la misma parada que ella para que le dijera solo una palabra. Una palabra que fuera el inicio de una conversación. Una conversación que fuera el inicio de una amistad. Y una amistad que fuera el inicio de un amor eterno.

No me atreví, pero desde ese día comprendí que el negro al que tanto me aferraba no era el único color de la vida. Que, entre otros muchos, existían el verde esperanza, el amarillo chillón, el azul relajante, el blanco pureza, y el rojo del amor.

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