Ángelico
el canino Beauté: aguardaba en la parte trasera del vehículo,
jadeante y nervioso, la aparición de la desconocida viajera Ana.
Un servidor desesperaba por momentos, a propósito del retraso;
oteaba en las cuatro direcciones y cuando pensaba que la lejana
silueta femenina que se aproximaba con letanías pertenecía a la
chica, indagaba:
- !¿Eres
Ana?,! - No,
soy Elena.
Y
Elena subia a otro BlaBlaCar. Me atormentaba por ello y el buldog
frances observaba compasivo, con su el gesto bufón, el nerviosismo
que ya no sabía disimular. Otras siluetas iban acercándose a
aquella gasolinera y ninguna era Ana. Montaban e iban sucediéndose y
desapareciendo . Empezaba está impaciencia mía a acumular una
colección interesante de nombres: Beatriz; Jessica; Julia;
Mercedes…Me recomponía entonces y hacia cálculos de velocidades e
imprevistos, gestando probabilidades de cómo llegar a tiempo a ya no
recordaba qué lugar.
Urdía
mi otro yo; el agazapado y encerrado; la venganza en el posterior
comentario. Ya me ocurrió otra vez, salvo que después borré el
despropósito, tras empatizar con la persona, comprendiendo la
imposibilidad del ser humano por desprenderse de esas circunstancias
que atenazan la vida irremediablemente. Los improperios los permuté
por agasajos, consciente de haber hecho caval justicia con la
mentirijilla.Pero ahora. Ahora…
- ¡¿Eres
Ana?! - ¿Qué?
¿Cómo? Eh..yo… - Venga,
venga. Montate ya, chica, que tengo mucha prisa.
Ana
se montó en el asiento del copiloto y antes de abrocharse el
cinturón vómito un chillido aterrador:
- !Ahhhh!¿Cómo
me haces esto? ! ¡Un perro! ¿Porqué no me lo advertiste? Me voy
de aquí… me voy al asiento de atrás. Está preciosidad no puede
ir sola con esa carita tan simpática. ¡Bonito, guapo, cosita
graciosa!
Los
quince siguientes minutos me hicieron recapacitar tanto que ya no me
importaba llegar tarde. El trayecto sería agradable sabiendo los
agasajos que recibiría Beaute, acomodado con su cabeza en la pierna
de Ana: ella inició una agradable conversación sobre Granada. Sonó
el teléfono de la joven y por supuesto que no presté atención. Sin
preguntarle me explicó:
- Un
señor muy enfadado asevera ser mi Blablacar y haberme esperado lo
indecible en la gasolinera. Y que en mi lugar se lleva a una tal
Ana, a la cual ha dejado tirada un majadero. - ¿
Y tú eras Ana también? – Pregunté - No,
yo le quise decir que era Juana…
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