El passajero invisible

El passajero invisible

Maryah

02/10/2024

En pleno verano, me tocó un viaje en coche compartido desde la ciudad hasta un pueblo perdido entre montañas. Éramos cuatro: el conductor, una pareja que discutía sobre la mejor manera de organizar un picnic, y yo, que intentaba ignorar las quejas del copiloto sobre su app de mapas.

El coche avanzaba por una carretera serpenteante, rodeada de árboles que creaban un túnel verde. De repente, el conductor, un tipo callado que apenas había dicho dos palabras desde que arrancamos, pisó el freno bruscamente.

—¿Qué pasa? —pregunté desde el asiento trasero, sobresaltado.

—Hay alguien en la carretera —dijo, señalando a un hombre que, efectivamente, estaba parado en medio del asfalto. Llevaba una gorra vieja, un chaleco de lana, y sostenía una bolsa de tela en la mano.

Nos detuvimos al lado del hombre, y antes de que nadie pudiera decir nada, abrió la puerta y se sentó en silencio. Ni un saludo, ni una explicación. Solo se acomodó en el asiento del medio, entre la pareja que seguía discutiendo.

La tensión creció. Nadie se atrevía a decirle nada, y el coche siguió su camino. Intenté mirarlo de reojo, pero era como si no estuviera ahí. Ninguno de los otros parecía prestarle atención. Mi mente empezó a divagar: ¿por qué no hablaba? ¿Y por qué nadie decía nada sobre él?

A medida que nos adentrábamos en el bosque, el coche comenzó a hacer ruidos extraños, como si algo estuviera suelto. El conductor se quejó de la dirección y la pareja finalmente dejó de discutir, preocupados por la situación.

Al llegar al pueblo, el coche se detuvo frente a una antigua casa de piedra. Fue entonces cuando el hombre abrió la puerta y, sin decir una palabra, desapareció en el camino de tierra.

—¿Alguien más vio eso? —pregunté.

Nadie respondió. Solo el conductor, con cara pálida, me miró por el retrovisor y murmuró:

—Este no es el primer viaje en el que lo veo.

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