Como cada semana y para compartir gastos, recogía con mi furgoneta a dos o tres personas desde la parada de bus de mi barrio, aunque en esta ocasión, era solo uno, alguien “diferente” a lo que estaba acostumbrada habitualmente, supe que lo era, por sus gafas oscuras, su bastón blanco y su sonrisa morrocotuda, Rogelio se hacía llamar.

Rogelio montó sin problemas y muy habilidoso a mi “furgo”, mientras yo le observaba a través del espejo retrovisor. Gran conversador, bienhumorado, socarrón, irónico y bromista, así era Rogelio y me contaba durante nuestro corto trayecto que estar en la garita vendiendo cupones y Rasca-Rasca le daba para mucho pensar.

Según íbamos avanzando, me iba narraba sus incertidumbres. La primera revelación que me hizo fue que se estaba planteando cambiar de trabajo, porque sus ventas en el kiosco de la ONCE no le daban para vivir bien, me comentaba además sus dudas entre si tener un perro guía o no. Por una parte, sabía que los perros son muy inteligentes y que según le habían contado, entendían a sus amos con la mirada y entre risas me decía:

– ¿Cómo me va a entender con mi mirada? –

Por una parte, Rogelio, reflexionaba, que un perro guía le haría muy buena compañía y le daría mucha seguridad, pero por otra me decía…

– ¿Cómo voy a recoger la mierda si no la veo? –

Yo me reía sin parar y entre lágrimas y sin ánimo de burla le decía:

– Rogelio siempre puedes pedir ayuda –

– ¿Cómo van a recoger la mía sino recogen la suya? – me contestó

– Pues… También tienes razón, pero si un día no la recoges, pues tampoco pasa nada- Le dije entre carcajadas.

– ¿Y si la pisa un ciego como yo? Mira, prefiero no tener perro, porqué, ¿Sabes una cosa? “No es una pena ser ciego, la pena es tener que ir pisando alguna mierda por ahí de vez en cuando y encima sentirse uno culpable.”-

– Ya hemos llegado – le dije

Paré mi “furgo” y justo cuando iba a bajar Rogelio, una “caca” bien grande pegada en el borde de la acera, le aparté con mi brazo y no hicieron falta más palabras.

– ¡Muchas gracias! ¡Hasta otra, Sandra! –

Jamás le volví a ver, pero siempre que ofrezco el servicio de compartir vehículo o veo una mierda, me acuerdo del gran Rogelio.

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