Disfrutando de todo al pasar

Disfrutando de todo al pasar

En un descampado de las afueras de una gran ciudad hay un coche abandonado que evoca un pasado glorioso, pero que ahora, ya maltrecho y sin ruedas, yace melancólico sobre unas grotescas columnas de ladrillos. 

Un niño de unos diez años se encuentra sentado al volante y lo mueve de un lado a otro, sin ton ni son, como en cierta ocasión vio hacer a Cari Grant en «Con la muerte en los talones»… el ruido del motor lo hace con la boca.

Al ver acercarse a otros niños, el atento conductor detiene el vehículo para facilitar que estos suban, ya que considera una idea descabellada instarlos a subir en marcha; las ruedas fantasmas chirrían un poco al frenar.

Cuando los recién llegados ocupan sus asientos, el joven piloto, de nombre César, reanuda la marcha. Todos se dirigen a Desneburk, un lugar inventado por ellos para evitar los fastidiosos empachos de realidad.

César, que es, quizás, el mejor conductor de coche sobre ladrillos en descampado periférico que existe, cambia de marchas con delicadeza y consigue que las curvas apenas se noten, eso hace que el viaje transcurra apacible mientras sus agradecidos acompañantes hablan sobre temas de lo más variopintos: que si se puede saber la temperatura por el canto de un grillo, que si Han Solo mola más que Luke… Uno de los niños  dice a menudo blablablá como colofón a sus intervenciones y eso, a César, le hace gracia.

Al llegar a su destino, ya entrada la noche y una vez estacionado el vehículo, los niños se sientan bajo el cielo estrellado de Desneburk. Todos coinciden en que lo mejor del viaje, sin duda, ha sido la compañía; nada que ver con los solitarios trayectos de otras veces… repetirán seguro.

Esa noche, ya en casa, César  hará un dibujo como recuerdo de una ruta fantástica al lado de sus amigos y le añadirá bocadillos a modo de tebeo sobre lo comentado durante el trayecto; en uno de ellos escribirá blablablá. Luego meterá el dibujo en una caja de lata donde guarda algunos de sus tesoros y por aquellas cosas de la edad… se olvidará de él.

Muchos años después, César encontrará esa lata abandonada entre el polvo del tiempo, en su interior hallará el dibujo doblado, lo desplegará y sonreirá al recordar. Sobre todo llamará su atención la onomatopeya que figura dentro de uno de ellos: blablablá y en ese preciso instante se le ocurrirá una gran idea.

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