«Aventuras en Blablacar: El Monólogo Infinito»

«Aventuras en Blablacar: El Monólogo Infinito»

Jesús y Alicia se encontraron en un aparcamiento de Madrid, listos para un viaje de Blablacar hacia Santander. Jesús, tipo tranquilo con gorra de los Rolling Stones, sólo quería un trayecto silencioso. Alicia, enérgica como si hubiera bebido cinco cafés, estaba lista para hablar. Mucho.

—»¡Hola! Soy Alicia, pero me dicen Ali. ¿Y a ti? ¿Jesús, no? ¿Te gusta que te llamen Chus? ¡Me encanta conocer gente nueva!»

Jesús, ya con la primera gota de sudor recorriéndole la frente, sólo dijo: —»Jesús está bien…»

Apenas arrancaron, Alicia ya había encendido su modo mitralleta verbal.

—»¿Sabías que Santander tiene una de las bahías más bonitas del mundo? Aunque yo prefiero el sur… menos lluvia. ¿Te gusta la lluvia? ¿Eres de los que corren bajo ella o prefieres mojarte como en las pelis?»

Jesús, con la mirada fija en la carretera, intentaba seguir el hilo, pero era imposible. Alicia saltaba de tema como si estuviera cambiando de canal en su cabeza. —»Oye, ¿te has dado cuenta de que nunca se ven gaviotas bebés? ¿Dónde están? ¿Son ninjas voladores que se hacen adultos de golpe?»

Jesús, en su desesperación, trató de poner algo de música. —»¿Te importa si pongo algo relajante?»

—»¡Claro! ¡Me encanta la música! Aunque, ¿sabías que el jazz se inventó en Nueva Orleans? ¿No te encantaría vivir en esa época? Aunque sin Wi-Fi sería horrible…»

El jazz no calmó a Alicia. Empezó a hacer air drum
mientras seguía disertando sobre temas tan dispares como la historia del bocadillo de calamares y su fascinante teoría sobre que los coches eléctricos eran en realidad alienígenas camuflados.

Jesús, por momentos, pensó en detener el coche y correr hacia la libertad de los campos, pero aguantó. Todo sea por llegar a Santander.

Cuando finalmente llegaron, Jesús aparcó, con una mezcla de alivio y agotamiento.

—»¡Ha sido un viaje genial!»— exclamó Alicia, dándole un abrazo inesperado. —»Deberíamos hacer más viajes juntos, ¿verdad?»

Jesús sonrió con esfuerzo. —»Sí, claro… ojalá tengamos suerte.»

Pero en su mente, ya planeaba su próximo viaje: a pie. O en submarino.

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