Viaje a ningún sitio

Viaje a ningún sitio

El cielo estaba plomizo. El frío de noviembre se aproximaba y, mientras las nubes amenazaban lluvia, yo esperaba paciente a que mi compañero de viaje llegase al lugar en el que habíamos quedado. En la radio emitían Walking on sunshine, una canción que me transportaba al pasado, a los veranos en el pueblo, a las risas, los amigos y los abrazos y besos interminables. Mi mente se abstrajo por unos segundos hasta que los nudillos de mi acompañante chocaron contra la ventanilla del coche. Bajé la música y abrí la puerta.

_ Buenos días, ¿Ángel, verdad?

_ Sí, soy yo_ respondió,_ disculpa la espera. Con la lluvia de anoche, el metro se ha jodido y he tardado más de lo previsto.

_ No te preocupes. Acomódate aquí en el copiloto y nos ponemos en marcha.

Ángel se subió a mi lado, colocó la mochila que llevaba entre sus pies, se puso el cinturón y confirmó el destino que habíamos acordado.

_ Me gusta esta canción_ dijo, lo cual me alegró y me hizo pensar que el viaje iba a ser ameno.

_ Vámonos.

Arranqué el coche y, con sumo cuidado, fui girando hasta llegar a la autovía. El viaje duraba dos horas y media y, tal y como habíamos acordado, le dejaría en la puerta de la casa de su abuela. Conversamos. Ángel era una persona dicharachera, amable y con un gran gusto y conocimiento por la música. En la radio ahora sonaba You’re my best friend, de Queen.

_ Esta canción era la favorita de mi padre_ y sonrió mientras miraba, con cierta nostalgia, hacia la ventanilla.

Sentí que, en apenas una hora, habíamos creado un fuerte vínculo y me atreví a preguntar.

_ Si no es indiscreción, Ángel, ¿»era»?

Ángel titubeó unos segundos hasta que contestó con la voz algo quebrada.

_ Mi padre falleció cuando yo era pequeño. En un viaje al pueblo desapareció y, después de mucho tiempo buscándole sin encontrarle, se le dio oficialmente por muerto.

Se me heló el pecho.

_ Lo siento_ repliqué._ Lo siento mucho y perdón si la pregunta te ha molestado_ quedaba poco para llegar.

_ No te preocupes.

Los diez minutos restantes fuimos en silencio. Llegamos a la puerta de su abuela y nos despedimos amablemente.

_ Adiós_ dijo Ángel.

_ Adiós… Hijo_ respondí en voz baja mientras veía cómo se alejaba en la penumbra de la lluvia.

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