Recogí a Blanca en las cercanías de la estación de autobuses de Granada. Punto de recogida habitual en BLABLACAR. Se bajó de un coche y me preguntó si era Miguel de BLABLACAR. Sus padres me miraron con una sonrisa. Vaya, empezamos con mal pie, no me gusta que vengan a «examinarme». Procuré que no se me notara. Salimos por la avenida para enlazar con la autovía de Granada (la A-92) sentido Murcia. No había más pasajeros.
Blanca se justificó con que sus padres querían saber con quién viajaba al ser la única pasajera. Hay una opción en BLABLACAR por si no quieres viajar sola con un desconocido.
Tras hablar un poco de «pájaros y flores» me contó que procedía de una familia numerosa y a pesar de eso no tenía derecho a beca. Pensé que el sistema de becas es un gran logro de justicia social pero no puede llegar a todo el mundo. Luego me contó que a sus compañeras de piso sí se la daban y cómo ellas hacían uso poco académico (viajes y ocio) de la misma lo que contó con mi comprensión y solidaridad.
Posteriormente hablamos – ella llevaba cierta iniciativa – que había estudiado en un colegio privado. Era consecuencia del tema anterior. Ese colegio no estaba concertado porque la Administración Pública lo impedía al ser un colegio femenino, no era mixto.
Tenía la sensación de estar entrando en temas polémicos. El psicólogo me había dicho que en en el trabajo y en otros aspectos de la vida debía evitar ciertas cuestiones.
Le respondí que – como profesor de la enseñanza pública – defendía el carácter mixto obligatorio de la enseñanza. Ella me miró un poco sorprendida ya que pensaba que yo iba en su línea. Miró por la ventanilla para que no viera su decepción.
Me quedé en silencio ¿Familia numerosa, colegio privado?
-Blanca era un colegio religioso, ¿verdad?
– Si, claro pertenecía al …
-Sé a quién pertenecía. Yo estudié en el mismo – masculino, claro – en Murcia. Siempre quise conocer a alguien que estuviera «en el otro lado».
Nos miramos y nos sonreímos. En ese momento sonó una llamada y habló con alguien con voz de chico. Al terminar me dijo – como pidiéndome perdón – que era Javier, su pareja.
Llegamos a Murcia y nos despedimos. La vi alejarse con la maleta a ruedas hasta que de pronto giró la cabeza … y me sonrió.
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