El Perrito que Cambió el Viaje

El Perrito que Cambió el Viaje

René Moya

30/09/2024

Aquella mañana, cuando me subí al coche rumbo a Valencia, no esperaba que el trayecto terminara con una historia para contar. Éramos cuatro desconocidos compartiendo un viaje. Al principio, todo fue como en cualquier otro trayecto largo: un par de comentarios tímidos, alguna que otra broma y la inevitable pregunta: «¿Y tú, por qué vas a Valencia?». Lo típico.

Cerca de la mitad del camino, hicimos una parada en una estación de servicio para estirar las piernas. Estaba comprando un café cuando escuché un pequeño ladrido. No le di importancia, hasta que una mujer mayor entró apresurada al lugar, visiblemente angustiada. “¿Habéis visto a un perrito blanco?”, preguntó, con la voz quebrada. Nos contó que había perdido a su perro hacía un par de horas y que llevaba todo ese tiempo buscándolo sin suerte.

Uno de mis compañeros de viaje, Laura, fue la primera en reaccionar: «¿Y si la ayudamos a buscarlo?». Nos miramos entre nosotros, sin estar seguros al principio, pero luego nos lanzamos. ¿Cómo no ayudarla?

Nos dividimos en parejas, caminando por la zona, llamando al perrito que la señora describió como «un bichón pequeño, peludo y algo travieso». Sabíamos que había pocas probabilidades de encontrarlo, pero al menos podíamos intentarlo.

Después de unos diez minutos, mientras caminábamos cerca de los camiones aparcados, lo vimos. Un pequeño bulto blanco y peludo, escondido debajo de uno de los vehículos, temblando. Laura y yo nos miramos emocionados, y con cuidado me agaché para sacarlo de su escondite. Cuando el perro salió corriendo hacia su dueña, fue como si toda la tensión en el aire desapareciera de golpe. La mujer no podía contener las lágrimas mientras abrazaba al animal, agradeciéndonos sin parar.

Volvimos al coche con una sensación extraña pero agradable, como si aquel simple acto de buscar a un perrito hubiera transformado el viaje. El resto del trayecto fue distinto: las conversaciones fluyeron con más naturalidad, y las risas llenaron el coche. Al final, lo que parecía un viaje más terminó siendo una pequeña aventura que nos conectó a todos, aunque solo por unas horas.

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