El coche parecía una reunión entre amigos a pesar de que nos acabábamos de conocer. Saqué una botella de zumo que le había robado a mi hermano de la nevera y la ofrecí. Todos bebimos. En ese momento vi que de la botella colgaba una nota: «Disfrútalo hermanito, está bueno que te cagas».

Se hizo el silencio, solo podía oírse el rugir de las cinco tripas.

 

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