Me iba a Peñíscola, como siempre de improviso. Casi pierdo el bus hacia el punto de encuentro con el conductor, que era el estadio del Mestalla. «Un poco más y me estalla en la cara»- pensé, haciendo un juego de palabras. Pero, qué va, el conductor resultó ser bastante majo. Íbamos a full: el monovolumen lleno. Laura y Jenny iban a sus respectivos pueblos, lo cual me dió un poco de envidia sana. Siempre he querido vivir en un pueblo de verdad, de esos donde amas vivir y adonde deseas fervientemente que llegue el finde para volver.

Durante el trayecto escuchamos a Amy Winehouse a todo volumen. No sabía que podía caber tanto amor en mi voz, porque cantando sentí que el paisaje se volvía rosa, que todo era bello, que merecía la pena vivir. Cuando tocó cantar ‘Valérie’ , Laura me dijo: 

– Mira, ya sé que nos acabamos de conocer, pero siento que hemos coincidido ya, quizás en otra vida. Siento una conexión profunda contigo. Me dijo también: – Esto que te voy a entregar es algo muy especial, será tu amuleto en los momentos en que lo necesites , y trátalo con respeto porque significa muchas cosas que vas a ir descubriendo.

Me cogió de la mano, y en ella colocó su nariz de payasa, de un rojo chillón, un tesoro que me puse hace nada en mi primer curso de clown. No puedo explicar cómo me sentí al hacerlo. Bueno, sí, muy feliz.

Aún recuerdo cuando le tocó bajar a mi nueva amiga, lo hizo con la gracia y la magia de una artista, dándonos besos a todos (al chaval que dormía atrás casi lo mata de un susto) y medio bailando. Quizás alguien pensó ese día que estaba loca, pero yo sólo pensé: «Está viva de verdad»

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