La puerta del copiloto se abrió y ella entró como una tormenta que sacude todo a su paso.

—Hola, soy Sofía, encantada —dijo con una sonrisa que llenó todo su rostro—. ¿Y tú eres?

—Ehhh —dije sin ninguna palabra completa llegase a abandonar mi boca.

—Ehhh… bonito nombre. Muy exótico.

Ella rió y no pude evitar esbozar una sonrisa.

—Pues creo que estamos todos, así que puede salir cuando quieras.

Se quedó mirando fijamente hasta que metí primera y el vehículo comenzó a moverse.

—No sé si eres de los que prefieren ir conversando, escuchando música o en silencio, pero yo hablo por los codos. Así que perdón por adelantado si no es tu rollo.

—No… no tengo ninguna preferencia —alcancé a decir finalmente.

El tráfico era ligero a esas horas, hecho que agradecía dado que mi atención estaba aún cautiva de su magnetismo. No podía dejar de escuchar con interés cada comentario u observación que salía de sus labios. Era una de esas personas que notas que disfrutan de cada minuto y experiencia que la vida les ofrece. La pasión con la que se expresaba era hipnótica y tenía que hacer un esfuerzo por mantener los ojos en la carretera.

—Mmm —murmuró entre susurros—. Creo que por aquí no vamos al norte. Me parece que andas un poco despistado.

—¿Al norte? —pregunté repitiendo sus palabras.

—Sí claro. Al norte, a Santander.

—Creo que no te sigo —dije, comenzando a salir de mi embelesamiento.

Ella sacó el móvil y comenzó o pasear su dedo por la pantalla.

—¡Aquí está! Viaje de dos personas a Santander en un… —su voz se entrecortó de repente—. ¿Opel corsa? ¿Rojo?

Su cara se giró y me observó con una falta de seguridad que no había mostrado hasta ese momento.

—Tú no eres Raúl, ¿verdad?

Negué tímidamente con la cabeza.

—¿Puedes parar el coche por favor?

Detuve el coche en un arcén y despejamos las dudas. Ni ella había montado en el coche compartido que buscaba, ni yo alcanzaba aún a comprender porque no había dicho nada antes. La llevé de nuevo hasta el lugar dónde había montado y se despidió pidiéndome disculpas para entrar, esta vez, en el vehículo correcto.

Desde ese momento voy todas las semanas al norte y comparto mi viaje, esperando volver a encontrarla y contagiarme un poco de esas ganas de disfrutar todo lo que la vida nos brinda.

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