Palabras que nunca dijimos

Palabras que nunca dijimos

Clara Sanchez

28/09/2024

El viaje de Burgos a La Coruña marcaba el segundo tramo de nuestro recorrido navideño desde Barcelona. Yo conducía, con Alfonso a mi lado, distraído mirando el paisaje. Las verdes colinas gallegas se mezclaban con los recuerdos de la meseta árida que habíamos dejado atrás.

Habíamos recogido en Burgos a dos pasajeros, que habían contactado con nosotros a través de BlaBlaCar: Carlos, un hombre de mediana edad que se sentó detrás de mí, y Sara, una joven que ocupó el asiento junto a él. Apenas intercambiaron palabras al subir, pero había algo en el aire, un silencio pesado que no solo era fruto del largo trayecto.

Intentando romper el mutismo, pregunté:
—¿Vais a visitar a la familia?

Carlos tardó en contestar.
—Sí, a la familia… —murmuró sin más detalles.

El viaje continuó en silencio, interrumpido solo por el murmullo del motor. Sara miraba por la ventana con ojos vidriosos, como si el paisaje no existiera para ella. Alfonso rompió el hielo:
—¿Tú también vas a ver a la familia?

Sara suspiró, mezclando melancolía y nervios.
—Voy a despedirme de mi madre. Murió hace un año, antes de Navidad —confesó, con la voz rota.

El ambiente se llenó de una pesadumbre que ni el bello paisaje gallego podía aliviar. La muerte y la ausencia flotaban como un tercer pasajero. Mi padre también había fallecido el año anterior. Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí el peso de la coincidencia y los miles de recuerdos que deja la ausencia de un ser tan querido.

Finalmente, Carlos rompió el silencio con un susurro, más para él mismo que para nosotros:
—Hay cosas que no siempre llegamos a decir…

Sara lo miró con lágrimas en los ojos, y en ese momento lo entendimos. No era un extraño: era su padre. Aquel viaje era también un reencuentro entre ellos, después de haber estado separados por años de silencios.

Cuando llegamos a La Coruña, Carlos y Sara se miraron por primera vez en todo el viaje. No hicieron falta palabras. En sus ojos brillantes, había un entendimiento profundo, el eco de lo que nunca se habían dicho.

Nos despedimos y los vimos marcharse juntos. Los miramos hasta que desaparecieron en el horizonte. Se miraban con complicidad y finalmente, les vimos abrazarse. El trayecto más importante de sus vidas no fue el viaje con nosotros en el coche, sino el reencuentro y la reconciliación entre padre e hija después de demasiados años de silencio.

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