Mis viajes siempre son únicos, pero este superó todas mis expectativas. Buscando escapar del estrés de las oposiciones y de la rutina diaria, decidí aventurarme a un pueblo en la Sierra Norte.
Encontré a Marcos en BlaBlaCar, un chico simpático que me recogería cerca de casa. El viernes a las 15:00, con una maleta que pesaba como si fuera a recorrer África entera (típico de mí), me subí al coche. Su amabilidad y los caramelos que me ofreció le hicieron ganar las cinco estrellas en mi reseña.
El viaje comenzó tranquilo, con Leiva de fondo y una agradable conversación. Todo parecía perfecto hasta que, a solo 20 minutos de nuestro destino, nos topamos con una escena surrealista.
Una señora con una pamela que parecía una rotonda y un vestido rosa fucsia nos hacía señas desesperadas desde la carretera. Era Mercedes, acompañada de su marido Pepe, un hombre bajito con traje azul y corbata verde que parecía no haber roto un plato en su vida. Su coche tenía una rueda pinchada y necesitaban llegar urgentemente a la boda de su sobrina.
Marcos, siempre servicial, se ofreció a llevarlos. Fue entonces cuando el viaje se convirtió en una comedia absurda. Del maletero de su coche, Mercedes sacó una caja de regalo, mientras Pepe apareció con… ¡Un canario! Sí, un pájaro llamado Ricardito que, según Mercedes, no podía quedarse solo en casa porque no está acostumbrado.
Cuando pensaba que la situación no podía ser más extraña, Pepe volvió al maletero y sacó dos bolsas llenas de mandarinas. Aparentemente, las había comprado en oferta y no quería que se echaran a perder.
Así que ahí estábamos: cuatro personas, un pájaro, un regalo de bodas y dos bolsas de mandarinas, todo apretujado, con Mercedes luchando por mantener su pamela intacta mientras sujetaba la jaula de Ricardito.
Mientras nos dirigíamos a la boda, entre el aroma cítrico de las mandarinas y los ocasionales gorjeos del pájaro, no pude evitar pensar que este viaje, sin duda, sería uno de los que jamás podré olvidar.
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