Nunca pongo la radio. Siempre suena con interferencias y, además, odio los puñeteros anuncios; pero debo ponerla ya que no me quiero arriesgar a una mala puntuación.
Ana, Sara… ¿Cómo se llamaba? Maldita sea mi mala memoria. Sin duda es guapa y menudo escote me lleva, pero observo por el retrovisor interior que no para de hacerle ojitos al chico que va a su lado. Joder, ¡si es que me gusta hasta mí! Alto, moreno con barba perfilada, ojos marrones tirando al color miel, ninguna señal de calvicie inminente… Aunque va con sus auriculares y pasa de todo mientras trastea su teléfono móvil, se ha dado cuenta de que Ana o Sara, como se llame (dejémoslo en Ana), no para de mirarle.
—¿Y tú a qué te dedicas? —Ana le sonríe.
El chico se quita uno de los auriculares y la mira. Nunca me preguntan a mí…
—Soy ingeniero informático —el chico hace el ademán de ponerse el auricular, pero Ana, que tiene las cejas tan levantadas que podrían haber chocado contra el techo del coche, no le deja volver a su mundo.
—¿¡Sí!? —Ana le vuelve a sonreír—. Pues yo estudio enfermería.
—Ahh… —el chico asiente y vuelve a ponerse el auricular.
La canción Dígale de David Bisbal conforma la banda sonora de esta escena gracias a los 40 Principales. Sin duda alguna, la música de rock alternativo que suelo escuchar me habría hecho más llevadera la situación.
—Pues yo soy cocinero y trabajo en un restaurante —me animo a comentar a la vez que bajo el volumen de la radio.
Mi copiloto hace caso omiso de lo que digo pues tiene los ojos cerrados y la cabeza se mece al compás de las curvas. ¿Por qué me tocan siempre al lado los que se echan a dormir?
—Mmm… —el chico se quita el auricular y me presta atención.
—¿Cómo te llamabas? —le pregunta Ana haciendo desaparecer mi aporte a la charla.
—David. Y me encanta comer sano y bien —David me atraviesa con sus ojos color miel.
—Pues te puedo recomendar un sitio donde hacen un salmón increíble… ¡Yo te llevo! —Ana no se corta un pelo.
—Verás —David me lanza una sonrisa—. Soy más de carne que de pescado…
Ana gira la cabeza despacio al mismo tiempo que suspira y saca su teléfono.
Yo trago saliva y miro hacia la carretera. Es hora de subir el volumen.
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