6,30 horas de la madrugada. Regreso a casa en coche tras el turno nocturno de trabajo. He salido de un lugar y no he llegado al siguiente, es una sensación agradable, sin presión. Un lugar donde el mundo no puede tocarte y los problemas cotidianos te dan cuartel, un poco de respiro necesario.
Trabajar de noche es como caminar en sentido contrario e ir esquivando continuamente a las personas que te encuentras de frente. La gente va y tu vienes, e intentas dormir cuando los demás viven…
¿Dónde está el límite en el que el sistema se sacia, tiene suficiente y te deja vivir?.
Continuaba conduciendo. Las luces de los faros de interminables hileras de vehículos me deslumbraban.
Así, un día tras otro, repitiéndose la misma escena, interminable, de una rueda que no deja de girar. ¿Esto es la vida? ¿En qué punto equivoqué mi camino?
Me siento despedazado por el sistema. Un sistema que me ha convertido en producto y en consumidor. ¿Soy libre?, ¿qué es la libertad?.
Por un momento, deseé bajar la ventanilla y gritar a los otros conductores que se dieran la vuelta, que vivieran sus vidas con libertad. Desistí.¿Cómo podía pedirles lo que yo mismo era incapaz de hacer? Si yo no tenía valor de pagar el precio de la libertad, qué derecho tenía para pedir a los demás que lo hicieran.
Somos esclavos de algo o de alguien y nuestros hijos serán esclavos de algo o de alguien. Lo serán porque nosotros no les enseñamos el camino, no nos atrevimos a pagar el precio para poder ser libres.
Esta vez sí, esta vez abrí la ventanilla para gritar que quiero vivir de verdad, que quiero ser la persona que llevo dentro de mi alma. Sin artificios y poder expresarme con libertad, en una sociedad libre dentro de un mundo libre. Menos mal que nadie podía verme amparado en la oscuridad y la soledad de mi vehículo. Con seguridad me hubieran tomado por un loco al volante. Cerré la ventanilla.
Estaba deseando llegar a casa, tomarme un café bien caliente y meterme en la cama, para que el mundo se alejará de mí, al menos durante un rato. Con la vana esperanza de que, al levantarme, todo fuera distinto y este mundo fuese un lugar mejor en el que cada ser humano pudiera desarrollar su experiencia vital, tal y como la siente en su corazón.
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