Aquel día ninguna de nosotras había imaginado llegar a casa con el corazón dividido entre 3 mujeres más. Tres era el número de pasajeros que yo siempre elegía para compartir viaje, pues siempre buscaba el mayor confort. Pero nunca habría imaginado llegar a ese confort psíquico, emocional, de aquel viaje. Fui recogiendo a cada pasajera de una punta otra de la península, y recuerdo cada minuto y cada pausa como una reunión de viejas amigas. Nos relatamos nuestras penas, inquietudes, experiencias más personajes, nos aconsejamos, nos consolamos. Ninguna lograba a entender por qué sentíamos ese vínculo inexorable, pues no nos habíamos visto nunca, cada una era de un lugar totalmente alejado y diverso, y había una brecha de edad de 30 años. Finalmente, para sorpresa de todas, esa duda desapareció cuando una de las pasajeras recibió esa llamada.
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