Camino hacia al sur

Camino hacia al sur

Maria Carmen

26/09/2024

El coche arrancó a la hora exacta acordada. Eva, de 20 años, miraba por la ventana, pensando en su ex, con quien había vivido en Barcelona  hasta hacía una semana. Ahora regresaba a su pueblo en Almería, y aunque no estaba lista para hablar, sentía curiosidad por sus compañeros de viaje.

Elena, a sus 30, quería disfrutar el inicio de sus vacaciones, pero no podía dejar de pensar en las discusiones con su madre por compartir habitación de hotel. Ana, la más veterana del grupo, estaba con su móvil, contestando emails de última hora; el trabajo siempre sigue, incluso en un viaje.

Pedro, el profesor de arte,  de 45 años, trabajaba en Barcelona, ​​pero hacía el viaje a Almería cada mes para ver a su mujer y a su hija. Conducía para Blablacar para cubrir gastos del viaje y tener compañía en esas largas horas de carretera. “¿Alguien quiere poner música?” preguntó, abriendo Spotify. Eva tomó la iniciativa y, sin querer, conectó una playlist de villancicos en pleno junio. Todos estallaron en risas mientras sonaba «Campana sobre campana» .

La conversación se animó y empezaron a intercambiar historias. Pedro, en tono de broma, contó cómo en un viaje anterior una pasajera se durmió profundamente en el asiento del copiloto, y al despertarse, gritó asustada creyendo que estaba en el coche equivocado. “Casi se baja en marcha del susto. Tuvimos que parar para calmarla”.

Eva, empezó a relajarse. Animada por las historias, contó cómo su ex una vez intentó impresionarla cocinando, pero quemó la comida y tuvieron que pedir una pizza. «Lo peor fue que la pizza también llegó quemada», dijo, provocando más carcajadas.

En una parada para descansar, Eva sugirió hacerse una foto de grupo. Todos aceptaron, y Ana, que era la más alta, intentó hacer una selfie. Después de varios intentos fallidos y un móvil casi en el suelo, terminaron pidiendo a un camionero que pasaba que les tomara la foto.

Cuando el coche llegó a Almería, las risas todavía resonaban en el aire. Lo que había comenzado como un simple viaje compartido se había convertido en unas horas  llenas de historias y en una experiencia mucho más gratificante de lo que habían imaginado. Estos viajes no solo cubrían distancias, sino que conectaban personas, y a veces, con un poco de suerte, te llevabas mucho más que compañía: te llevabas recuerdos y sonrisas que perdurarían más allá del trayecto.

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