Era un típico viaje de BlaBlaCar, o eso creía cuando reservé. Todo parecía normal hasta que el conductor, Raúl, dijo:

—Te aviso, este coche está… encantado.

Pensé que era una broma.

—¿Cómo que encantado? —reí.

—A veces aparece Pepe. No te asustes si lo ves en el retrovisor, es un fantasma, pero no molesta mucho.

Raúl no parecía estar bromeando, así que decidí no darle importancia. Arrancamos y todo transcurría con normalidad hasta que el coche empezó a oler a tabaco viejo. Nadie más parecía notarlo, así que intenté relajarme. Entonces, Raúl comentó:

—Ahí está, en el retrovisor.

Miré, y por un segundo juraría haber visto una figura borrosa. Me giré, pero no había nadie.

—¿Lo has visto? —preguntó Raúl, sonriendo.

Empecé a inquietarme, al igual que los otros pasajeros.

—Pepe aparece en este tramo de la carretera —dijo Raúl con naturalidad.

De repente, el coche dio un tirón y el motor se apagó sin razón aparente. Raúl se encogió de hombros:

—Esto también es cosa de Pepe. Le gusta jugar con el coche.

Intentó arrancarlo varias veces sin éxito.

—¡Pepe, basta ya! —exclamó Raúl, girando la llave una vez más. Como por arte de magia, el coche volvió a la vida.

El olor a tabaco se hizo más fuerte, y la guantera se abrió de golpe, dejando caer un paquete de cigarrillos a mis pies. Nos quedamos en silencio.

Al llegar a nuestro destino, Raúl sonrió:

—No os preocupéis, Pepe no sale del coche.

Justo entonces, escuchamos una tos ronca proveniente del maletero. Raúl, riendo, lo abrió. No había nada, solo un maletero vacío.

—Se me olvidó deciros —dijo Raúl—, Pepe no es un fantasma. El coche tiene una fuga en el escape. Siempre hago esta broma. Aunque cuando se apaga, ¡hasta yo me asusto!

Todos rompimos a reír, entendiendo que habíamos sido víctimas de una elaborada broma en un viejo coche con más historias que kilómetros.

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