El misterio del pasajero invisible
Era un lunes cualquiera, y mi Blablacar estaba listo para un viaje de Madrid a Valencia. Al salir de la ciudad, ya tenía a mis tres pasajeros a bordo: Marta, una periodista que no dejaba de hablar por teléfono; Luis, un estudiante que se despidió del mundo nada más sentarse y caer rendido; y Eva, una joven turista que no entendía ni una palabra de español, pero sonreía a todo.
Todo iba normal hasta que, a mitad de camino, escuchamos una voz extraña proveniente de la parte trasera del coche. “¿Alguien ha traído un GPS que hable solo?”, pregunté, bromeando. Marta colgó el teléfono y se giró, buscando el origen del sonido. Eva miraba confusa, y Luis seguía dormido, ajeno a todo.
—“¡Oiga, me he quedado dormido en el maletero!” —se escuchó de nuevo, esta vez más claro.
Todos nos quedamos en shock. Frené en seco y abrimos el maletero, esperando encontrar alguna broma de cámara oculta. Pero no había nadie. Solo las maletas y una chaqueta olvidada.
—“¡Aquí, aquí! ¡Debajo de la chaqueta!” —insistió la voz. Era imposible, el maletero estaba vacío.
De repente, el sonido del móvil de Marta rompió la tensión. Lo sacó rápidamente y se echó a reír.
—“¡Lo siento! ¡Es el asistente de voz de mi móvil, que lleva hablando solo todo el viaje!” —dijo entre risas.
Nos miramos entre todos y estallamos en carcajadas. Hasta Luis, que acababa de despertarse, preguntó si habíamos recogido a otro pasajero sin que él se enterara. Eva, aún sin entender nada, se unió a las risas.
El resto del viaje fue tranquilo, aunque cada pocos minutos alguno de nosotros imitaba la voz del misterioso pasajero invisible, recordándonos que, en los viajes compartidos, cualquier cosa puede pasar.
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