Viernes 22 de Diciembre de 2023, trayecto Madrid-Almería.
No me pongo nerviosa fácilmente, llevaba mucho tiempo publicando viajes con mi coche. Trabajaba en Madrid e iba a Almería cuando podía a ver a mi familia, pero este viaje se presentaba distinto.
Isabel me había contactado unos días antes de la fecha para reservar una plaza para su padre, Vicente, un hombre de 73 años con principio de Alzheimer. Necesitaban que pasase Nochebuena con su otra hija, Ana, e Isabel no podía hacer el viaje por temas de trabajo. Accedí sin pensarlo. Ya había tenido una experiencia muy cercana con esa enfermedad.
También llevaba a otra pasajera, Raquel, una estudiante de 21 años a la que le comenté la situación y accedió sin ninguna queja.
Llegué con tiempo (y nerviosa) al punto de encuentro donde ya me esperaban Vicente e Isabel. Vicente era un hombre elegante y tímido, abrazado a su maleta de cuero que no quiso soltar en ningún momento. A los 5 minutos llegó Raquel corriendo una mochila llena de apuntes. Nos despedimos de Isabel e iniciamos el viaje.
El comienzo fue bastante tranquilo, con los usuales intercambios de preguntas sobre la vida de cada quién. Vicente no quiso interaccionar en ese pequeño cuestionario, tenía la mirada perdida en la ventanilla, y Raquel y yo continuamos con la conversación.
No olvidaré que íbamos pasando Bailen cuando ocurrió algo que no esperábamos.
Vicente comenzó a hablarnos como si fuésemos sus hijas, a referirse a nosotras con cariño y hacer referencia a momentos de sus vidas. Me puse muy nerviosa y Raquel que iba en el asiento trasero con él, intentó explicarle quienes éramos.
Vicente no nos escuchaba. Con actitud muy serena y la mirada fija en el horizonte empezó a decir: “Antes de perder más la cabeza quiero que sepáis que os quiero. No he sido un padre ejemplar, sin embargo, vosotras sois unas madres increíbles, ojalá yo hubiese sido la mitad de buen padre que sois vosotras con vuestros hijos”.
Raquel y yo nos miramos a través del retrovisor y las lágrimas brotaron solas y durante un buen rato. Vicente no volvió a hablar en todo el viaje.
Cuando llegamos a la estación de autobuses de Almería nos esperaba Ana, la otra hija de Vicente. Le conté lo sucedido y añadí: “No os podía haber hecho un mejor regalo de Navidad”.
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