No hace mucho tiempo, organicé un viaje de BlaBlaCar desde la bella Pamplona hasta la ciudad de Valencia. Los integrantes de este viaje éramos cuatro personas: Miguel (un estudiante universitario), Rosa (una chica que se dirigía a Valencia para realizar un máster), Roberto (un chico de Costa Rica en busca de un nuevo trabajo por la Costa Blanca) y un servidor. Si bien el viaje comenzó de la manera más ordinaria posible, el paso de las horas hicieron del viaje un giro cuanto menos inesperado de los acontecimientos.
Nada inusual ocurrió al comienzo del viaje. Tras reunirnos en la estación de autobuses de la ciudad, los cuatro nos dirigimos a nuestro destino. Una breve presentación inicial y me dispuse a conducir las casi cinco horas que tenía por delante. Recuerdo que al principio no hubo mucha charla, sobretodo con Miguel, que se sentó a mi lado y estuvo atento al móvil la mayor parte del viaje. Y lo mismo podría decir de Rosa y Roberto, que tampoco dijeron mucho durante las primeras horas de viaje.
Recuerdo que hice una parada a medio camino, en Teruel y fue en ese momento que vi algo diferente: Rosa y Roberto empezaron a charlar, hasta el punto de que oía alguna carcajada. En un primer momento no le di importancia, si bien una vez montados de nuevo en el coche, su conversación no cesaba, era cada vez más cercana, denotando quizás hasta un punto de cariño. Hablaban de su vida, de experiencias del pasado, de amores fallidos… hasta me pareció oír un beso, algo que nunca tuve la oportunidad de confirmar.
Ya casi entrados en Valencia, rondaba por mi cabeza la idea de que tanto Rosa como Roberto tenían una conexión especial, algo inusual en un viaje de coche compartido. A ambos los dejé en el centro, en la misma calle donde yo vivía. Procedí a guardar el coche y subir a mi casa sin darle mayor importancia. Mi madre me insistió que bajase al perro a dar su último paseo. Y justo cuando salí del portal, mi asombro no pudo ser mayor: Rosa y Roberto estaban cenando juntos en el romántico restaurante italiano de mi calle. Si bien no me acerqué a decirles nada, me invadió un sentimiento de alegría por ellos.
A día de hoy no sé nada de ese amor, pero no hay experiencia en mi cabeza ir pueda relatar más interesante que esa.
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