LA CALMA, mi Aldea Peroamigo

LA CALMA, mi Aldea Peroamigo



Ir, correr ¿hacia dónde? El tesoro dentro.

Y un universo por delante. 

Sentir es ir a más, en la sierra de Sevilla, se  entienden mejor los caminos desde el silencio.

“Tanto habla el silencio como la palabra” decía PABLO D’ORS.

Se trata de llegar a la satisfacción del  deber cumplido -labrar para sembrar decía mi abuelo,  llenar de semillas el campo, ese es tu guisado, cómo hicieron en nuestra familia generación tras generación- su ilusión,  quizás a la Primavera crezca la sementera repleta de brotes tiernos.

Al otoño,  nuevas lluvias vendrán.
Pero este pensamiento te inunda solo a momentos, mis estudios ya regaron  una planta nueva, penetró la savia, dejó abierto los veneros, le expliqué a mi abuela tendida en su regazo. 

Yo había pedido a mis padres un gran esfuerzo no obstante, en una aldea mínima, donde solo se ve desde el camino que da a la carretera un coche de higos a brevas, y, o un viejo con su “burrillo” cargado de leña para el invierno.

El pensamiento vuela libre, había visto “mundo” no sea sola la manera de la encerrada sinrazón la que toque el corazón, me dije. Después de mis prácticas en Lisboa mi entorno se me quedaba pequeño.

Mis padres me llevarían a la Venta EL ALTO y un Blablacar me recogería. 

Al volante,  un chaval cordial, amable pendiente de su conducción, al que mis padres le harían un completo interrogatorio. Era del pueblo limítrofe con Extremadura;  ¡les sonaba su familia! se informarían. En la parte trasera dos chicas, con muy buena presencia,  se quedaron confiados. 

Cada una con su trabajo en la capital. Yo  junto al conductor, él cambió las noticias por música romántica. Conseguí entablar conversación hasta con la más seria. La gente de pedanías como la mía,  no tiene miedos, lo da la inocencia de lo rural. 

A medida que los kilómetros nos acercaban a la autopista se nos hacía más fácil el coloquio:

Vamos a Madrid  ¿es que vas a buscar trabajo? la capital de España abre todo un cúmulo de posibilidades. Tenemos un piso compartido, queda una habitación libre-. 

Y las largas horas en BlaBlaCar dieron para bla, bla, bla y no hubo vuelta atrás. 
En vacaciones llenaría a mis abuelos y a mis padres de alegrías. 

 A Blablacar le debo amistad y buena suerte. Ya nuestro peculio no dependería sólo del cielo y el suelo. La cuenta de resultados, al campo se le hace cada cinco año. El conductor siempre me devolvió a mi aldea sana y salva. En verano, los dos, sin dilación, ayudar a mis padres en la recolección. 

Óleos/lienzos

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