Había postergado su partida una y otra vez, aferrándose a una historia que tenía mucho de ilusión y poco de amor. Una noche de desencuentro trajo la desilusión para recordarle que ese amor no iba a llegar. En un instante, en un impulso, ella reservó un BlaBlaCar queriendo aplacar el dolor que empezaba a sentir.
Al otro día, con el calor de un falso verano, atrapada en el tráfico madrileño, mientras los autos peleaban por avanzar, camino al viaje que la ayudaría a escapar, luchaba con las lágrimas que tocaban bocina para pasar, jurando en silencio que esta sería la última vez que se iba a enamorar. No podía imaginar que la huída que estaba por emprender era el comienzo de otra historia, donde el coche sería su escenario, el conductor su director, y el paisaje el espectador de lo que estaba por venir.
Al llegar al coche que los llevaría a Valencia, el bullicio pareció silenciarse y el tiempo detenerse. Un segundo, fugaz, en el que nada se dijo pero todo se supo. Los saludos fueron tímidos. Mientras el conductor luchaba por armar el rompecabezas de maletas que tenían que encajar para poder arrancar, los asientos, como siempre en estos viajes, se ofrecían en un juego de cortesía incómoda. Cada viaje con extraños tiene una inicial curiosidad: ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? Fue el conductor, ese director improvisado, quien los liberó de esta situación, revelando que ambos venían de recorrer distintos caminos hacia un mismo destino, Santiago de Compostela.
El viaje empezó, el tiempo pasaba, el coche avanzaba, y las palabras, que al principio fueron cautas, comenzaron a fluir. Ella contaba que se dirigía hacia el lugar que deseaba convertir en su hogar. Un hogar al que él volvía después de haberlo dejado en busca de algo más. Ambos, recorriendo juntos, el camino en que el destino, esta vez, los iba a encontrar.
Dicen que el camino de Santiago es mágico. Dos desconocidos, luchando por sobrevivir en esta realidad que los hacía sufrir, se encuentran, no en el destino hacia el que meses atrás decidieron caminar, sino en un coche, conversando de ese lugar que los vio llegar.
No sabemos qué sucedió al llegar a destino. El coche guarda en su memoria lo que cada uno sintió en cada kilómetro recorrido, y solo BlaBlaCar comprendió que, de una mirada, un nuevo camino comenzó.
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