Una tarde de verano, después de una larga jornada de trabajo, Lucas decidió tomar un atajo para evitar el tráfico. Conduciendo su pequeño y destartalado coche, el ruido del motor era tan fuerte que apenas podía oír la música de la radio. El aire acondicionado, por supuesto, había dejado de funcionar hacía años, por lo que las ventanas bajadas eran su única salvación ante el calor sofocante.
De repente, en medio de la carretera solitaria, vio a una mujer haciendo autostop. «Bueno, esto no pasa todos los días», pensó, y redujo la velocidad hasta detenerse. Al abrir la puerta, la mujer, con una sonrisa misteriosa, subió sin decir una palabra. Lucas, algo desconcertado, trató de romper el hielo.
—¿A dónde te diriges?
Ella le lanzó una mirada, como si su pregunta fuera irrelevante, y señaló hacia adelante, indicando que continuara conduciendo. Lucas, algo incómodo pero intrigado, reanudó la marcha. El silencio en el coche se volvía cada vez más incómodo. La mujer, envuelta en un vestido rojo que parecía fuera de lugar en esa carretera polvorienta, no hacía más que observarlo de reojo.
Después de varios minutos de tensión, ella finalmente habló:
—Tienes algo en la guantera que me pertenece.
Lucas frunció el ceño, sorprendido. ¿Cómo podía saber lo que había en su coche? Decidió abrir la guantera, pero lo único que encontró fue su habitual desorden: papeles viejos, un manual de coche, y una bolsita con caramelos pegajosos.
—¿Esto? —dijo, levantando los caramelos.
Ella asintió lentamente, y con una sonrisa que revelaba más de lo que quería saber, tomó la bolsita y se la guardó en el bolsillo.
—Gracias. —dijo, con una tranquilidad inquietante.
Antes de que Lucas pudiera reaccionar, la mujer abrió la puerta y salió del coche, desvaneciéndose en la distancia como si nunca hubiera estado allí.
Lucas se quedó sentado, en silencio. La sensación de absurdo lo envolvía. Encendió el motor, dispuesto a olvidar el extraño encuentro. Pero entonces, al mirar en el retrovisor, vio la bolsita de caramelos, exactamente donde la había dejado.
Suspiró, sacudiendo la cabeza. «Necesito unas vacaciones», pensó mientras aceleraba.
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