Era un miércoles soleado en A Coruña cuando Carlos, un conductor habitual de BlaBlaCar, recibió una notificación en su aplicación, dos pasajeras compartirían su trayecto hasta Gijón, sin pensarlo, aceptó la solicitud y se dirigió al punto de encuentro.
Al llegar, vio primero a Crislo, con su cabello rojizo ensortijado y un aire desinhibido que la hacía destacar entre la multitud. “¡Hola! Soy Crislo, y tengo muchas historias que contar”, exclamó mientras subía al coche. La otra pasajera, Valeria, una joven con gafas grandes y un look más serio, se acomodó en el asiento trasero, sonriendo tímidamente.
Mientras Carlos arrancaba el motor, Crislo comenzó a hablar sin parar sobre su vida como cantante de la gran orquesta Panorama. “Mira, ser cantante no es solo cantar; es también diseñar vestuarios extravagantes y sobrevivir a las fiestas populares como si fueran maratones. Una vez, me disfrazaron de sirenita para una uno de los espectáculos. ¡Te juro que no podía respirar con esa cola!”, relató entre risas.
Valeria, estudiante de odontología, escuchaba atenta y un poco escandalizada. “¿Y eso es parte del trabajo?”, preguntó con curiosidad. Crislo le guiñó un ojo: “¡Por supuesto! Al final del día somos artistas y el espectáculo debe continuar”, Carlos no podía evitar reírse mientras imaginaba a la cantante luchando contra el vestido de sirena en medio del escenario.
La conversación fluyó entre anécdotas de fiestas locas y ensayos interminables, Crislo compartió cómo había aprendido a cantar en inglés, ya que el repertorio que preparaban en cada actuación, cantaba temas míticos en el idioma natal de Shakespeare.
Valeria, por su parte, compartió su experiencia como estudiante en España. “Es todo tan diferente… En mi país las fiestas son más tranquilas”, dijo con una sonrisa tímida. “Pero estoy emocionada por conocer más, aunque debo admitir que aún me asusta un poco salir”.
El viaje continuó entre risas y relatos hasta llegar a Gijón, antes de llegar, Crislo le dijo a Carlos que era un hombre con suerte y que algún día contaría a sus hijas que había compartido un viaje con una estrella de la canción. Al despedirse, Carlos sintió que había sido testigo de algo especial. La conexión, el entendimiento y el respeto entre tres personas tan diferentes, había florecido en esas horas compartidas.
“Esto es lo mágico de BlaBlaCar”, pensó Carlos mientras las pasajeras se alejaban. “Las historias nos unen, sin importar de dónde venimos”.
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