A veces las palabras me son esquivas;
Otras, trato de aprisionarlas con la lengua contra el paladar, pero se regurgitan como Vesubio en el 79,
con tildes piroplásticas y proyectiles de obsidiana.
Aparecen todas juntas, arrasan todo a su paso y dejan tras de sí los vestigios que hayan dejado de mi.
Pero ando en un río manso que promete pesca que no llega,
que me dibuja la calma de la espera,
donde podría deleitarme viendo espacios como tramallos,
tus ojos como cebos y un tipear mientras tanto,
tal vez, así, alguna, pique el anzuelo.
Es que se me estruja el cuerpo,
-no puedo andar con rodeos-,
mi estómago quiere significados y significantes;
una imagen acústica que transforme en signo mis ideas confusas;
un sintagma nominal adjetivado,
una hipertextualidad diacrónica permutada en sincronía.
¡Anhelo tanto un verbo pretérito para un ansia sempiterno!
Me languidece el pulso por un imperativo,
titubeando por un predicativo objetivo que mesure el espasmo,
farfullando una aposición explicativa,
mascullando preposiciones, a /ti/,
ante /mi deseo/,
bajo /tú/,
con /mi deseo/,
contra /lo esperado/,
de /mi/,
desde /ahí, justo ahí/,
en /mi cuerpo/,
entre /nos/,
hacia /lo efímero/,
hasta /que la memoria olvide/,
durante /lo eterno/,
mediante /la fantasía/,
para /explotar, como un volcán/,
por /la temperatura alcanzada/,
sin /abrazaderas/,
sobre /todo lo pronunciado/,
tras /el deseo/
versus /todos los miedos/,
vía /tus ojos/…
y así estoy, y así me pierdo.
«Dieta de palabras» – agosto/2020
PH: Doménikös Fotografía / @GrecoRotolo
OPINIONES Y COMENTARIOS