Los secretos del lobo

Los secretos del lobo

Carlos Piedra

02/08/2020

El impredecible suceso de lo inevitable. El recuerdo y la distancia. Solo se queman los pobres de espiritu, solo se agarra a esta vida, quiėn no tiene otra.


Apofenia, apofenia, apofenia… hasta que me desangro.


Con el agua ardiente disuado a la razón de llevar razón, y al corazón de sentirse importante.
Con el etileno y el vinagre destilado, formo crisoles de amplitudes inexactas, de afables espinas.
Soy capaz de esperar el tiempo suficiente como para que cambies de opinión, y abraces por fin, la religión del Nuwaubianismo.



Pequeños tornados que brotan como amapolas salvajes.
Un ínfimo ciclón que va aumentando su frecuencia, hasta que se convierte en estruendo.
Intento evitar el descontrol adyacente a mis labios, el remolino que subyace bajo mi piel, pero en la misma medida, soy consciente de que no lloverá menos por ignorar la lluvia.
Volcar la balsa, regar en tierra fría y desolada, abarcar el centro, el extremo y la totalidad de una gran montaña de vacío.
Volver a pensarme en paz, y en la misma medida, sacar de mi interior monstruos de afligido folclore.


Con lágrimas secas marcaba las páginas de un libro que nadie ha escrito, formando una capa de vaho que humedece las pequeñas distancias de sus intentos de comunicación.
Los dientes ya no le rechinan por las noches,
solo se hunden en su almohada hasta encontrarse con los muelles del colchón.
Le dije, escucha las libélulas que bailan para ti, pero
yo que tú, de la fuente sólo esperaría el agua, y con el agua volverá la sed.


Arrojarse a un volcán con la absurda intención de salir ileso.


Y fue fácil, solo tuve que dejar de hablar y abrazar el silencio.
Así fue como entré en el ancestral reino de la locura.
Era predecible, hay tanta ciencia en nuestras cabezas, un cosmos entero.
Así que fue fácil, solo tuve que dejarme cubrir por esa soleada oscuridad.



Como un rayo perpetrando en la autopista miles de accidentados cadáveres.
Como un baúl abandonado a su suerte en medio del desierto.
Como una puerta de bisagras viejas y mecanismos de súplica y redención.
Como estos besos sin labios, que silbando a la nada, ya no tejen más manto con el que arroparse.


No estoy solo, estoy lleno de ausencias.


Volcán de catástrofes pasadas, ahora que las hojas de la flor no son pétalos, si no llamas.
Volcán de nuevas costumbres, como acostumbrarme a esta ausencia de mí y de ti, que me hace fuerte cuanto más me debilita.


Todas mis virtudes son virtudes para el más allá, auténticas destrezas altamente valoradas en el reino de la materia inerte.
Mi momento empezará cuando desaparezca, entonces dibujaré con besos de plata mi alianza con la eternidad.
Cuando la materia tome otras formas y el alma deje de tener importancia, el reino de la nada y del silencio se volverá nuestro único hogar, nuestra zona de confort.
Pobre del que tenga miedo de una paz tan merecida, y bienaventurados los que abracen como suya, la poesía del silencio.


La mañana en los cristales.
Vaho que se forma desde la noche hasta el amanecer.
El día tonto, rutinario, cabalga desde la persiana hasta la nevera, desde la nevera hasta la cama.
La tarde en tus manos, como si dirigieras un país en guerra;
Tú manejas cada minuto del reloj como si no existiese un mañana.


Tu puta, mìsera, desgarradora, incesante, incansable, interminable y excesiva ausencia.


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