Mónica, su hermana gemela, acaba de morir de un cáncer y Magaly siente que se le escapa la vida. Un mundo de evocaciones es empujado por sentimientos espinosos, aplastado por el dolor.

Magaly no logra que las conmociones en la vida de Mónica y su duro final, se desprendan de su mente. Parece no haber existido felicidad compartida, chistes y risotadas, fiestas y victorias; siempre surgen los recuerdos de la última etapa, la cruel y angustiosa. Y así, por años.

Al cabo de un tiempo de penuria encarnizada y aflicción insoportable, Magaly decide en un acto consciente imaginar el final de su hermana, desprovisto de sufrimiento.

Iban las gemelas rodeadas de amigos, uno de ellos enamorado de Mónica, en una feria del pueblo. Recorrían alegres las veredas debajo de samanes que refrescaban el inicio de la tarde. Las conversaciones, mezcla de cosas simples, mantenían el entusiasmo juvenil. Más adelante, divisaron un lago de agua clara donde unos pavones mostraban con orgullo sus lunares de color naranja y negro. El grupo corrió bullanguero. Todos se asomaron a ver los peces que con su rapidez característica, huían del calor de la superficie. Allí consumieron el tiempo hasta el inicio de la corrida de toros.

Entraron a la plaza, repleta de voces y alegría multicolor. Al buscar los asientos asignados el sol impregnó sus cuerpos con frenesí. La reina de la feria, una espigada morena con traje andaluz blanco, caminaba el ruedo en ese momento. Tras el anuncio del primer toro de la tarde, la concurrencia plena de juventud no terminaba de acomodarse en sus respectivos puestos. Pero nadie parecía incómodo, todos reían. La corrida transcurría con buenas faenas y gritos de ¡ole! ¡ole! ¡ole! La música sonó rotunda, mientras las mujeres se abanicaban y los hombres usaban sus pañuelos. Las botas contentivas de licor ya habían dado varias rondas. Nada faltaba en el disfrute del mejor ambiente taurino.

El grupo de amigos se sumaba al éxtasis colectivo. Mónica guardaba la cámara fotográfica después de haber tomado una extensa serie de fotos durante la tarde; muchas con su nuevo pretendiente. ¡Todo era felicidad!

Súbitamente una tabla de madera, que soportaba parte de la plaza, se partió casi en silencio, y por ese vacío se escurrió la figura de Mónica quien, luego de un grito, cayó en el piso de cemento rústico varios metros abajo. Magaly, a su lado, sólo percibió el peligro cuando ya no importaba. Nada se pudo hacer. En pocos segundos se le escapó la vida, en medio de la algarabía.

Fue devastadora la situación. Difícil de narrar, aún más de resistir.

Magaly se ha acostumbrado a la ausencia definitiva de su hermana, ocurrida años atrás. Recordarla, es una tristeza soportable.

Recientemente, luego de una consulta médica donde el doctor necesitaba recetarle un tratamiento que estaría contraindicado si existían antecedentes de cáncer en la familia, se dio cuenta de que el truco hecho a su mente, había tenido un impacto absoluto. Venció el tormento que le producía el recuerdo de la saña de aquella enfermedad, al usurpar la causa en donde el sufrimiento no tuvo tiempo de alcanzar a su gemela. Ahora, cuando ese antecedente cobra importancia para su propia salud, lo olvidó por completo. Al recordarlo de repente, a los pocos días de la consulta, quedó atónita.

Ella, sin embargo, continúa imaginando la muerte de Mónica, mientras disfrutaba de la vida en una plaza de toros.

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