Verso fénix
¿Qué se ha roto el verso? Eso es mentira.
Pues ya traigo de nuevo sus presagios.
En sufragio de árboles se admira
que hay nuevas de deleite en lo rimado.
Soplo palabras en tu oído prontamente.
Le doy fuelle a tus horas. Te susurro
secretos repletos de un fuerte conjuro.
Vengo a despertarte repentino y ansías
llenar tus tímpanos con frescas maravillas.
Calada a calada fumas mis palabras.
Te digo que en mi alma aún canta la calandria.
Dándome bríos nuevos, ella emana.
Así que ponte tus orejas; doy locuciones
donde tiemblan aún míos, tus lirios;
que estremecen borrando tus martirios.
Aquí vengo a repletarte de ocasiones.
o—o
Sibarita vibración
No se puede vivir sin poesía.
No se puede vivir sin raros días.
No se puede vivir sin que lo adverso
se borre con el soplo de mis versos.
¿Qué me entrega tu voz recitadora?
¿Y qué la estrofa que tu voz recita?
Cédeme tu rojo fuego que enamora.
Dáseme afán en cian, agua bendita.
La sacra vibración que gobernó su imperio
y la profana interjección: sibarita gemido,
llamaron al humano tan cautivo.
Dejáronle más erguido en su misterio.
De su deseo, de su aliento; se sujeta.
Debiéndole al sonido tal turgencia.
Pidiéronle a un poeta con urgencia,
que clamara mucho más su canción cierta.
o—o
Elegía a la palabra
Hay espejos minúsculos para copiar
el mundo, pequeñas monedas de sonido.
Ponlas en la alcancía de mi oído,
menudas monedas para poder llamar.
Cada acuñada en su anverso da lexema
que es en memoria repertorio del mundo.
Comprenden lo superficial y lo profundo.
No sólo los peldaños, la escalera.
Morfema en su reverso, cada pieza
que es un sonido donde se respira.
A su abstracto castillo nos retira.
Suspirando colocamos etiqueta.
Anverso y reverso suman un vocablo.
Contraste que tintinea, tesorero,
guarda excelso dipolo por dinero.
Palabra fiel imán de los humanos.
o—o
Elogio del exergo
Su sombra soy, en esta frase me encuentro.
Alguien pensó lo mismo, ya yo estaba.
Como una bola de billar caigo aldaba.
Sonando en ella abrióme sien y seso.
La repito como que me rezo entero.
Resueno lo que dije en otra lengua.
Verifico mi propia sal en fuero ajeno.
Me expando en otra voz, redundo.
De ella soy un también fecundo.
Eufórico cual eco la transluzco,
traduzco en mi dialecto e induzco.
He aquí la constancia del secreto.
Es mío lo de ayer y también lo de mañana.
No me iré si me voy, ha vuelto mi ventana.
o—o
Sonora crátera
No escojo el verso libre ¿qué libera?
¿o es que acaso la rima no es cantera?
Como ambos crepúsculos, los pares;
suenan cual lo barroco, regulares.
Si asonante aún, sutil resquicio.
Prefiero la rima con su oficio,
simetría como acorde en redondilla.
La métrica es parte de su arcilla.
El verso libre es bastante amorfo.
Imposible darle pronta melodía.
Observas bien, poema es golfo.
Secreto que madura raros días.
Golfo porque contienen aguas quietas
u olas tormentosas que sugieren.
Por eso los artistas le confieren
porte de cáliz en mano que lo aprieta.
o—o
Obra perfecta
Quiero hacer una rueda muy redonda;
más pura que el amor adolescente;
más cierta que los pasos de la suerte;
más perfecta que la paz tan honda.
¡Cómo cuesta dar torno y ligadura!
¡Qué difícil roer puliendo esta herradura!
Lo mejor de mi imbrico en cada hueco,
frutando cada palmo lo sujeto.
Si, quiero que al final esté tendida,
cual cama de dormir todos los días,
rigurosa, incuestionable, desmedida.
Enfriando soles muy fieros diminutos.
Sembrando en prójimos sus estatutos.
Espesando fieles arenas de minutos.
o—o
Certera palabra
Es que hay una palabra tan exacta,
es una pluma milimétrica que busco.
Una escama brillante que traduzco
en un traje para verso que lo luzco.
No cualquier vocablo hace retablo
ni cualquier diptongo satisface.
Los hiatos selectos lo renacen
pues el verso no es fuegos fugaces.
Tetrasílabas en métrica correcta,
me dan rima y arriman su belleza.
Obrarle al verso voz que te embeleza,
es estandarte de arte mi propuesta.
Sobriedades le doy, no presumido.
Desnudo estaba el verso cuando vino.
Y vivo mi deseo de vestirlo
entregándole tela canto altivo.
o—o
Versos bizarros
Si vienes a leer, estás perdido;
a menos que ya leas con tu oído.
Has encontrado el mundo de mi sombra
y escuchar es ley que todo nombra.
Nunca la música es su partitura.
Es estultez un baile sin su orquesta.
El verso es del sonido la mas diestra;
invención requete tan culturaltura.
Alitero mi aliento en un susurro.
En lo obscuro soy fragua del verbo;
y de onomatopeyas en acervo,
soy un nieto muy morrocotudo.
Calígrafos sin luz, son los patanes.
Con linternas se facturan las revistas.
Como es el fotógrafo un cuentista,
sólo con claridad van sus afanes.
Prescindo de los rayos, en lo umbrio
laboro y relaboro las talanas.
Tú adivinas bien que son campanas.
Las ondas desde su eje han surtido.
Estacionados en penumbra oreja,
somos ¿como no ser tímpanos sueltos?
Los sonsonetes de Murcia tienen vuelto.
Murciélagos retornan vía añeja.
o—o
Voz secreta
Es mío el pan de los secretos.
Me gasto en cada mamotreto.
Saber maneras cual semillas.
Envidio a Dios, sus pesadillas.
Tengo el lujo de sufrir dilemas.
Busco, busco sin cesar la horma.
Rehago el mapa de Constantinopla.
Inseminado estoy de mis problemas.
¿Cuándo sabré como se dice “indago”?
En el lenguaje oculto de los viejos magos
Que estremecían al mundo en su garganta.
La voz llena al silencio, y lo levanta
pletórico de signos y temblores.
Para guardar mis noches ulteriores.
o—o
Autoretrato de Javier Fueyo
Quiero decir lo que podemos:
podemos siempre algo ficticio.
Las tejas rompen maleficio.
Oficio siempre en lo que hacemos.
Traigo palabras también llevo.
Del verso soy un fiel relevo.
Nubes me llaman Javier Fueyo.
Estrofas tejo en alto sello.
La voz celeste en mi garganta.
Tripulo lleno de esperanzas.
Surco los mares metafóricos,
poniendo proa hacia lo eufórico.
Vocablo de secreto, te menciono.
Soy feraz habitual de borradores.
Filatelista de exergos decidores
y ajetreo de corteza: ciclo cono.
o—o
Rimando mi ninguna
Dicen que rimar es difícil cosa.
Sé que no por contenido, sino por mera forma.
Guarda la letra en su nido y no retoca.
La belleza interior que el vil no goza.
Si me dieran un poco de silencio;
yo daría, tal vez, mis versos mudos.
Son un embudo que junta mis lamentos.
Son un sol muerto que no tiene nudos.
De rurales, no busco jamás monos baratos.
En el fuero de sombra, tiemblo y me arrebato.
La primavera, enferma luminosa, no me gusta.
Ni prefiero el verano que me asusta.
Si tengo una idea, he hallado mi ninguna.
La empuño cual cincel, dibujo su hermosura.
La hago quien. Le doy ropa desnuda.
Le doy de mi, dolores de fortuna.
o—o
Leal hemistiquio
Reintegro las venas del futuro
como quien junta los pájaros del tiempo.
Es un pilar del paraíso cuando esculpo:
catarata invertida en sacramento.
Coloco las facetas de mi rostro
dentro del puño de lo que te dicto.
Pongo también el verbo “coloco”.
Soy de mi labor, leal hemistiquio.
¿Llevan los hilos del trabajo
que más que hilos son arterias?
La sangre que se teje sin histeria
sino en paciente vía hasta el atajo.
¿Me encontrarás entre mil rosas?
Soy un perfume de tus cosas.
Te espero entre tus pertenencias. Añoro.
Verás en tu reflejo mi decoro.
o—o
Divina cornamusa
Suena mi cornamusa en cuatro edenes.
Suena y requete suenan sus quehaceres:
fragores de fraternidad en paz fecunda
en cada espacio vibra y mucho abunda.
Ha vencido la noche al sol maldito.
No se confunde a la luna con derrota.
No se patea al mundo cual pelota
y se siembra del verso, su apetito.
Sólo conciben cosas trascendentes.
Carpintero con pluma o con martillo
hacen los nobles muebles de la gente.
Oscila tu alma en su propio equilibrio.
¿Cabrá tanta felicidad en este planeta?
Se pregunta Dios; y en buena hora,
suena su cornamusa en cada aurora.
Suene y requete suena tan repleta.
o—o
Tiempo irónico
Este día de horas, volvióme diminuto
pero hojeé la noche, minuto por minuto;
y descansé entre textos que sueñan conmigo
germiné en estas letras y fuí trigo.
Fuí hogaza, comida de escritores.
Me ausenté del mundo de fatuos fulgores.
Fuí horno y panadero, pantano y palafito.
Clara cerveza, también oscuro vino.
Supe de mi era polvo tormenta.
También helecho que en sombras se inventa.
Madagascar aislada, lemur de inmensa cola.
Astronauta maestro, eclipses arrebola.
Crecí a textigo después de leer tanto.
Cerré mi escepticismo constreñido.
Abriendo mi mañana como un libro;
mi reloj, página a página, contando.
o—o
Fabrico remembranzas
Allá donde las aves aterrizan de cansancio.
Allá donde el océano cae y se rebalsa.
Allá donde felices ambos rieles se abrazan.
Allá donde se duermen los ecos de Bizancio.
¿Cómo guardar fieros anhelos en futuro;
y cómo seré joven, si tardío?
No estaré sin recuerdos cual mendigo,
por eso reuno mis segundos puros.
Antes atolondrado, infantilmente,
era una esponja inerte en mis sentidos.
Despilfarraba color puesto en tejido.
Estaba sumergido entre la gente.
Después juntaba útilmente cada instante
y con límpido cofre, por memoria;
solícito cofraba buena parte de mi historia.
Sería nuevo si, tendría bríos tarde.
Atesoré más ruidos, más suspiros.
También las huellas de un colosal zapato.
Del vuelo de una ardilla, fiel retrato.
Del vuelo de una hoja, tiroriros.
¡Alerta mequetrefe! Estate atento.
No pierdas ni una foto en cada intento.
Yo soy el hechicero, y con sonidos
pretendo rescatarte del olvido.
o—o
Holgado esfuerzo
Dueño jamás es quién despilfarra.
Botando comida para subir precios.
Comprando lo más costoso del comercio
en vano flujo ciego, vuelca jarras.
¿La sana naranja desechada acaso
quiere podrirse en sinsabores?
¿O la leche derramada abajo
servir de riego duelo de las flores?
La tiranía que pudre, el costo ignora
de la naranja y la leche cuajada.
Sólo lo sabe la mano que labora
y más aún la neurona estrujada.
Para tanto servir me apuro, corro.
Estoy atento, pudiese hacer algo.
Holgado en esfuerzos, mucho valgo..
Tomando por lujo, el caro ahorro.
o—o
Patrimonio
Inequívoco a mis pies dispongo,
más de lo que pedí. No lo desprecio.
Difícil poner precio. Soy más recio.
Me alíneo con el mundo cual diptongo.
Aunque aparezca una palabra dos acentos,
resuelvo disyuntivas. Modulo cuidadoso.
Despido la prisa de lo mal belicoso.
Extraigo lo mejor de lo esperpento.
No quiero no querer y lleno nuevo,
lo que da de vivir tela de juicio.
Afilo mi tijera, corto lo preciso.
No iré al mucho lugar donde devoran
los deseos que orientan lo subiendo.
Ni soltaré la cuerda, mío intento.
o—o
El silencio de mis flores verdes
Soy como una catedral dormida
que busca y busca patrimonio.
Asediada por los azotes del demonio.
Embelezada con tanta maravilla.
En el jardín de esta iglesia sacra
espera el silencio de mis flores verdes.
Flores que insuflan paz sana.
Silencio donde nacen mis palabras.
¿Cómo será mi futuro, si no ceso
de buscar y encontrar más poesía?
Será un cofre de versos muy ileso
Que el diablo no podrá hacer astillas.
Vuelvo a creer en mi estrofa inventora
Inventora de nuevas fruiciones auditivas
Suena sobre el silencio de mis flores verdes
Mi alma escrupulosa puede. Atina.
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