Recuerdo a mi abuela María sentada en la sala, con su plato entre las piernas deshebrando carne asada para su aporreadillo, yo corriendo por la sala, la cocina y el patio, pero cada vez que pasaba por donde ella estaba sentada tomaba un puño de carne, le ponía sal y me lo daba para comer, ¡que delicia!. Ella siempre estaba al pendiente de mi abuelo Pedro para tener todo a su hora: la comida bien caliente, las tortillas hechas a mano y en el lugar exacto del comedor, todo perfectamente ordenado; si la comida no estaba caliente se escuchaba un fuerte- ¡Maríaaa, esto esta friooo! – Y ella solo contestaba- ¡ahí voy, ahí voy!-Mientras se quejaba entre dientes que mi abuelo nunca estaba conforme. Siempre cocinando, lavando trastes, limpiando, atendiendo al esposo, recibiendo visita de los hijos y nietos, pero siempre… siempre con un gesto amable y secamente cariñoso. En cambio mi otra abuela Maruka, parecía actriz del cine de oro Mexicano, siempre elegante con su voz aguda y refinada, muy coqueta, cada que podía siempre me hablaba de Dios y la virgen, yo solo recuerdo que de niña siempre estaba en el cuarto junto con otros niños donde había un piano de fondo mientras ella daba el catecismo, mi mente se iba de viaje para no entender nada y solo recordar como movía la boca mientras yo miraba hacia la ventana. Ella es todo lo contrario a mi otra abuela, es como si hubiera estado adelantada a su época, es muy soñadora, le gusta cantar, ser independiente y emprendedora, siempre tuvo diferencias con su esposo (mi abuelo), que dejo de trabajar muy joven, así que la economía recayó sobre ella, tenían tantas diferencias que un día decidió salirse de su casa para no volver más, a mí solo me dijeron que se había ido de vacaciones a Cuernavaca, unas vacaciones que en mi entendimiento de niña fueron permanentes, es como si se hubieran divorciado pero siempre decían que no era así porque eso no le agradaba a Dios, en realidad eso fue: un divorcio.

La pasión de mi abuela María es la cocina,¡le encanta cocinar y hacernos de comer!, aunque sea un taco siempre nos prepara. Cuando estaba más joven, ella y mi abuelo tenían gallos, gallinas, pollos, conejos, guajolotes y cerdos, ¡y aun hasta en eso! mi abuela preparaba la comida para sus animalitos, pero cuando llegaba la hora de cocinar tomaba un pollo del pescuezo y con su mano le daba vueltas a su cuerpo para matarlo, después le arrancaba las plumas y lo dejaba listo para guisarlo; los conejos nunca los vi morir, solo al día siguiente aparecían sus pieles colgadas en el tendedero -hasta la fecha no puedo comer conejo-. Tanto mi abuela como mi abuelo quedaron huérfanos de padre desde muy pequeños, vivían en un pueblo que se llama Churumuco, salían a vender pan de casa en casa para tener un poco de dinero, mi abuelo desde pequeño fue albañil, después maestro electricista y cuando se casaron se fueron a vivir a la ciudad de México, tuvieron 7 hijos y se instalaron a las orillas de la ciudad, construyeron su casa y desde muy temprano salía mi abuelo a trabajar para regresar pasadas las nueve o diez de la noche, mucho tiempo fue así hasta que lo operaron y al hacerle una transfusión sanguínea lo contagiaron de hepatitis C, murió a los 62 años de edad, mi abuela quedo viuda a los 66, hubo un apagón familiar.

Mi abuela Maruka intento muchas veces regresar para estar bien con mi abuelo Paco pero no pudieron, mi abuelo se dedicó a hacer artesanías, le gustaba pintar y tallar madera, mi abuela hacia gelatinas -muy ricas por cierto- siempre tendré presente ese olor a esencias de diferentes sabores: fresa, pistache, limón, rompope, jerez, grosella, que preparaba para salir a vender a las escuelas y todos los fines de año pintaba casitas de cartón que vendía en una feria de Navidad proveniente de Guadalajara, justo para el nacimiento; la economía antes era más relajada, mi abuelo fue piloto, conductor de ferrocarril y tuvo un par de negocios pero todos quebraron y fue despedido de los dos primeros. Por lo que me conto mi abuela, él no la trataba bien, era un tanto despectivo y grosero, el vivió hasta los 85 años, murió de osteoartritis, mi abuela quedo viuda a los 81. Tuvieron 11 hijos pero cuando se separaron la familia se partió en dos, ella siempre fue de estilo citadino.

Aún tengo la fortuna de tenerlas, mi abuela María tiene 89 años y mi abuela Maruka tiene 85, no sé cuánto tiempo vivan, si estén años más, días menos, pero lo que si se es que cuando amas y ves que pasa el tiempo anhelas que la eternidad de la que tanto se habla que Dios tiene para la humanidad se haga real en la vida de aquellos que aún no sabes cuándo partirán.

Cada una de ellas siempre tienen anécdotas nuevas que contar, las cuales no me dejan de sorprender, a su manera me han enseñado el significado de vivir bien y feliz, desde disfrutar dentro de casa hasta atreverme a salir y luchar sin rendirme nunca, a ser agradecida con Dios y con la vida, las escucho y me encanta oír sus historias, entender su sabiduría, observarlas y quererlas porque sé que cada vez que estoy cerca de ellas cada día entiendo más que tal vez yo soy una mezcla perfecta de las dos.

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