El 14 de un mes y de un año

El 14 de un mes y de un año

¿Tuvo que ser una historia deprimente?

Tal vez, sin saber con certeza, sin siquiera suponer de forma lógica y metódica una fecha exacta…

Fue en algún momento, pasó, en una noche, en un día o en una tarde de abril o de noviembre, ¿cómo sonaría mejor?, ¿y si tal vez nunca pasó?, es posible que esté lo suficientemente narcotizado como para contar una anécdota que puede que sea sobre mí o de mí vecino a quien miré media tarde el jueves anterior.

Pero sin más palabras, empecemos.

Fue una tarde de marzo, un 14 de marzo, si es que puedo asegurar, fue un 14 de marzo donde tal vez nació un desafortunado ser que viviría para odiarse y sentirse miserable, ¿la muerte de un ser querido? ¿Culpa propia? , o simplemente dolor físico desde su nacimiento.

Aquello fue un nacimiento muy normal, cual parecía la luz de la familia, su próximo gran fortunio, el “heredero”, el guardián de la riqueza de aquella familia adinerada; durante los días siguientes el nacimiento había sido toda una locura, algo que evidentemente sonaba maravilloso en los oídos de muchos y odioso en los oídos de los más envidiosos, para quienes incluso sonaba a un gasto mayor y la quiebra en el futuro; a lo mejor así era de suponerse, al fin y al cabo el nacimiento no podía ser feliz sin traer un desastre a futuro.

Y así fue…

Hubo de pasar un año largo para unos cuantos ansiosos y corto para los menos preocupados.

Pronto se hizo visible el estereotipo de una escena en la cocina , la tetera herviendo llevando al agua a su punto máximo de ebullición; las cortinas bailoteaban asombradas con el viento y la televisión se hacía más evidente pasada las 3:00 de la tarde, las novelas brillaban en las pupilas de la abuela que cocinaba y se odiaban en los ojos de los niños que jugaban y esperaban a la 6:00 de la tarde para ver su episodio favorito del gato y el ratón.

Nada más en la cocina se sentía ese acogedor y sobrenatural sentimiento de paz; y mientras, en lo lejano de los cuartos escondidos de la gran casa…, el pequeño niño dormía con una extrema tranquilidad, a quien tal vez un leve ruido podía despertar, y luego de pronto…, el suelo tronó, hubo de ser la pequeña taza de café que segundos antes hubo de presenciar el acto de una fuerza abismal sobre aquel, arrastrando el fluido hacia el espantoso suelo y de pronto cayendo en picada al igual que la bolsa de Nueva York hace ya años.

Las pupilas casi saltarinas se activaron, el muchacho había despertado…, y las lágrimas deseosas se preparaban para salir con fortísima rapidez.

Por un momento el raciocinio del pequeño actuó, pronto arrastrándose entre las sabanas de tela y mientras acariciaba los barandales de la pequeña cuna empezó a bajar con mínima rapidez; parecía una bajada eterna, ¿acaso era el caer de un hombre en el vacío del espacio?, la caída siguió pero de pronto el fondo pudo sentirse con los pequeños pies, el frío entrando en las medias a base de algodón; penetrante temperatura en picada…, grados menos grados más; y pronto se desarrollaron las primeras gateadas, cada una, cada una de las miles que empezaría a dar era tal vez el primer infierno, la primera parte de aquellas siete, ¿tal vez el limbo de Dante?

Minutos después y con una extrema dificultad ya con un casi irascible rostro penetrante, aquella pequeñez soltó sus lágrimas, esas que no pudo aguantar; el dolor hubo de ser tan penetrante, acorralando sus huesos, esfumando el musculo y carcomiendo la articulación; con el propio e inocente deseo puro de que la muerte misma se llevara su cuerpo junto al sufrimiento; por un momento se presentó un sangrado fortísimo, variado y esotérico.

El hospital le esperó y durante meses encerrado en este permaneció; abismales sangrados y una descabezada sed de recuperación casi eliminada por su temible sufrimiento.

Años pasaron, meses más, meses menos. ¿Dolor?

Años después la medicina se convirtió en la droga que podía propiciar su posible recuperación y mientras pasaban los años el miserable niño ahora adolescente deseaba ser normal, sin sangrar, sin artrosis, sólo vivir, ser feliz; sin ser una carga…; pero hubo un temible fracaso que lo mato hace ya años; ahora solo muere lentamente en la oscuridad e igualmente sonríe con dificultad.

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