La mejor medicina,

sin remedios ni receta,

que el viejo poeta

había encontrado,

era sentarse en esa plaza

en atardeceres soleados.

Junto a su libro predilecto,

habituado a la gradería,

desde el último asiento

esperaba a las aves

para darles alimento.

Con manos temblorosas,

antes de empezar la escritura,

Don Miguel tiraba migajas

a las alborotadas criaturas.

.

Y como es habitual

desde que el caos fue ordenado,

el cálido lucero

se alejaba puntual.

También para don Miguel

El momento esperado

se cumplía certero.

.

El profesor sin júbilo,

pero jubilado,

acomodó su sombrero,

y en esa tarde distinta,

se fue con paso lento

bordeando bulevares

hasta su departamento.

Estaba tan abarrotado

de libros y revistas

que para cualquier escrupuloso

hubiese sido tormentoso,

pero no para don Miguel.

Él sabía exactamente

como encontrar un título,

cada escritor,

cada artículo,

cada relato que lo había encantado,

creyéndose él mismo el actor

de aquellas historias de amor,

sintiéndose héroe aclamado

de innumerables cuartetas

y consuelo de poetas

para tanto dolor.

Y cuando la nostalgia lo consumía

sentía en aquellos relatos

sus propias torpezas,

aceptaba con hidalguía

los males causados

y aquellas viejas heridas

de amores no olvidados.

.

Su ordenador ocupaba un lugar especial

en ese reducido espacio.

Artilugio impensado.

Al principio ignorado y ahora esencial.

Todo era distinto,

más fácil que en el pasado.

Se acomodaba sus lentes,

y en ocasos pausados

con una copa de vino tinto,

al compás de viejas melodías

entraba a aquella página

compañera de tantos días.

.

Las caprichosas musas

con frecuencia lo evitaron,

pero a pesar de su apatía,

don Miguel escribía.

Se disfrazaba de pordiosero,

de rufián, de marinero.

Y su pluma volaba

creando cuentos de hadas,

de magos y hechiceros.

Y cuando de princesas se trataba

forzando su imaginación,

escribía emocionado

inventando una espada

que en la mano adecuada

la salvara del malvado.

.

El reconocimiento y fama

que al principio buscaba

eran solo un mal recuerdo

que a veces le avergonzaba.

Ahora tenía un nuevo fin,

sencillo, casi infantil.

Con avidez avanzaba

por todos esos relatos.

Y podía leer cien

sin que el tiempo importara.

Y se detenía en todos aquellos

muchas veces incomprendidos,

aquellos no leídos

de sentimientos sinceros

y con silenciosa lucidez

convertía en cinco aquellos ceros.

Y cada vez que lo hacía,

con dichosa candidez,

imaginaba que alegraba el día

de aquellos que escribían.

.

Los habituales narradores

al principio desconocidos

se fueron acercando

a su hogar, su propio templo.

Pasaba buenos momentos

entre poetisas y trovadores

todos ellos soñadores

compartiendo sentimientos.

Y en noches desveladas

Imaginando paisajes

Hablaban de viajes,

de poesía,

de familias

y filosofía.

.

Y así don Miguel

después de tanto tiempo

en una noche estrellada

miró por última vez el firmamento.

Y al son de bellos boleros

con el corazón contento

después de convertir

en cincos tantos ceros

se fue por última vez a su lecho.

Y como siempre,

su libro preferido

estaba a su lado,

cerca de su pecho.

.

El viejo escribiente

se quedó dormido,

dejando este mundo

en un sueño profundo.

Nadie lo recordó,

nadie le lloró,

no hubo luto.

No fue por altivez

nunca nadie supo.

Aunque debo ser sincero

si se sintió su ausencia

en aquella página

que por primera vez

tenía tantos ceros.

.

.

.

.

 *la frase ”sin jubilo, pero jubilado” creo haberla tomado de algún relato leído en el club, si es así, mis disculpas y mis gracias.

**Y cómo dijo el amigo Bucharreta “A mis escasos lectores” aquellos estoicos que continuarán la lectura, les recomiendo antes de proseguir, escuchar esta canción.

.

.

.

.

.

Y para los más curiosos

aquellos de infinita paciencia

les tengo una infidencia,

lo último que agregar.

El libro en su pecho,

relato original,

no estaba terminado,

faltaba un ínfimo trecho,

solo un capítulo marginal.

.

Hablaba de un soñador

un narrador con suerte

que con solo una guitarra

derrotó a la Muerte.

Pero el Eterno Celador

alterado por la afrenta

dictó implacable sentencia

al iluso vencedor.

A pesar de tu desprecio,

tendrás mi clemencia.

Pero es necesaria condición

que pagues un alto precio

por los días agregados

a tu miserable existencia.

Será tu maldición,

y a pesar de tu clamor,

tus recuerdos serán cegados

y jamás podrás terminar

esa historia de amor,

y con el paso del tiempo

olvidarás ese sentimiento

Pero el osado escritor

era hombre obstinado

iluso soñador

y eterno enamorado.

Lleno de coraje

emprendió el viaje

para romper el encantamiento.

.

Y con solo un morral a cuestas

fue en busca de respuestas.

Consultó adivinos y hechiceros

magos y alquimistas.

Cruzó glaciares y ventisqueros,

caminó por desiertos y pantanales

soportó tempestades

y despeñaderos infernales.

Se internó por bosques profundos.

Y al final de su viaje

Cuando la vejez lo alcanzaba

Encontró las huellas

Que lo llevaron al fin del mundo.

Y en ese preciso momento

Después de tanto buscar

…y no encontrar,

Hasta el mismo cielo

escuchó su lamento.

.

Y en esa noche llena de estrellas

el viajero errante

cansado de caminar

Sintiendo que su corazón maltrecho

ya no tenía cura,

se desprendió de su carga,

su propia armadura.

Doblegado por la adversidad,

se dio por vencido

ante las cadenas del olvido.

Arrodillado sobre la hierba

en ese campo de helechos

sacó el libro de su alforja,

y lo puso en su pecho.

.

Antes de dormirse

en ese sueño final,

sin nada que recordar,

miró la última hoja

durante tanto tiempo vacía

y lo hizo sin tormento

pues, nada entendía.

Y de ese modo

el vagabundo andante

después de tanto caminar,

cerró sus ojos

dejando esta vida

con su corazón sangrante

y la memoria perdida.

.

Y aunque a mis escasos lectores

les parezca caprichoso

este triste final lo cambiaré

por uno hermoso.

.

(Es lícito que piensen

que lo tomo con ligereza,

pero les puedo asegurar

que no es algo repentino.

Debemos aceptarlo,

nosotros los escribientes

aunque nigromantes,

y embaucadores.

somos también soñadores.

Ese es nuestro destino).

.

Antes que la oscuridad

lo consumiera

el novel escritor

encontró redención.

Y aunque es difícil de entender,

la Muerte conmovida

(se que no lo van a creer),

levantó el conjuro,

pues nunca en su eterna vigilia

había encontrado

un corazón tan puro.

.

El eterno peregrino

escribió en el libro.

“Y al volver a casa,

abajo en la colina

a la sombra prístina

de árboles frondosos

divisó a su amada.

Después de tantos años

y de hacerle tanto daño

esa mujer divina

aun lo esperaba.

La frágil figura femenina

corrió a sus brazos

y en un interminable abrazo

le dijo:

“No te culpes amor mío,

Tendremos toda una vida

Para sanar nuestras heridas”.

Y solo un beso le bastó

al confundido poeta

para sentirse perdonado

Y en un murmullo sin ansiedad,

después de saberse amado,

le habló con humildad.

“He viajado entre las estrellas,

buscando bellos versos,

recorriendo mil universos.

Y al final de mi destino

sin encontrar ese cáliz sagrado,

ese diamante fino,

cuando ya solo quedaba

un extraño cielo azulado

por fin he comprendido

…que lo que anduve buscando

siempre estuvo a mi lado”

.

Así que ahora, viejo querido

te puedes marchar,

el libro que escribías

ya tiene un final.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS