Poesía esquiva (In-Verso III)
Estoy leyendo mucha poesía en estos días.
Las palabras me absorben.
Me atrapan esos adjetivos precisos, determinantes,
esas líricas imágenes inusitadas.
También las simples y transparentes,
las que dejan traducir una verdad honesta
o gestos cotidianos.
Las que calan poco a poco como la lluvia.
Estoy leyendo mucha poesía en estos días.
Esto hace que yo misma retome la perdida costumbre
de alumbrar versos.
Vienen a mí las palabras en la noche,
justo en ese momento dulce que precede al sueño,
saltan a mi cabeza también cuando despierto o camino,
o iluminan de forma inesperada los instantes más inoportunos..
Y entonces corro rápido a escribirlas,
para darme cuenta, casi inevitablemente,
de que apenas queda ya más que un leve rastro
que se difumina y pierde.
Poesía efímera, que viene y se va.
Esquiva.
Que no quiere permanecer, ni trascender.
Ni ser mostrada.
Sólo un suspiro.
………..
A veces logro recuperar algunos versos.
Estos son algunos retazos rescatados del olvido.
Otoño en Madrid
Todo Madrid bulle como en una dulce fiesta.
Voy caminando y, en mi interior,
siento que me voy empapando de esta actividad,
de esta felicidad colectiva.
Es extraño este octubre que parece agosto.
Este tiempo anclado, luminoso.
Como si el verano quisiera hacerse eterno
en nuestras vidas.
Ángel de luz
Ella está allí sola frente al mundo,
ataviada con su capa tejida de deseos y su casco de libertad.
Su cuerpo, blanco marfil, lánguido, frágil, sensual,
irradia sin embargo una fuerza impactante
que ella siente fluir hasta sus huesos y hasta su corazón
y que proviene de una cadena de mujeres valientes y heroicas
que han luchado antes que ella por su dignidad
desde el inicio de la historia.
Una herencia que sabe que debe atesorar y transmitir
con un nuevo eslabón engarzado, su vida.
Ella mira de frente al horizonte,
pero mantiene los pies firmes en la tierra.
Sabe cuál es su camino y por donde no quiere transitar.
Puede ser dulce o cruel,
puede ser asexual o pura llama ardiendo en el gesto leve de sus ojos,
vikinga altiva,
ángel de luz,
línea de color o de silencio,
palabra prendida,
tensada en el broche de su arco,
junto a la orilla de un mar
que no solo es un mar,
sino también un proyecto,
un reto navegable,
inmenso,
sinfónico,
hipnótico.
Tu mirada
Te ví,
y el tiempo se detuvo unos instantes
para hacerte la ola.
Te miré,
y todo saltó por los aires,
la certeza del cuerpo amurallado,
las entrañas de hielo,
todos mis prejuicios.
Me miraste,
y sentí con cada una de mis células
que quería estar contigo
todas las vidas.
Intacta
Derrumba
estos muros que acartonan mis días.
Desátame
este miedo que me anuda.
Descúbreme,
destíñeme,
gástame…
No quiero seguir intacta.
Evitación
El tiempo me va enhebrando agujas
pero yo no doy puntada,
ni con hilo,
ni sin hilo,
tenazmente evitando la vida.
Invisible
Este deseo de perderme
siempre,
de colarme entre las grietas de los adoquines desgastados,
de diluirme en la lluvia de un charco,
de huir.
De ser,
definitivamente,
invisible.
Ya no estoy allí
Casi nada ha cambiado.
El mismo desconcierto,
el mismo afán por ahuyentar
todo aquello que pueda incitarme
a la acción.
Pero, ya no estoy allí.
Estoy en otro punto,
más fuerte,
más entera.
La vida va pasando
y, por suerte, he ido cogiendo perspectiva.
He aprendido a manejarme frente a las tormentas
y a aceptar que los sueños no existen.
Sé que soy muy poca cosa,
que el mundo no espera nada grande de mí.
Y eso, en gran medida,
me libera.
Lo que pueda aportar, si es que algo puedo,
será bienvenido.
No soy imprescindible.
Pero he aprendido a reconocer
que hay gente que me aprecia,
incluso que me quiere,
a pesar de mis taras,
de mi inmovilidad,
de mi pereza,
de mis ausencias,
de mi vacío,
de mi silencio,
solo por lo que soy,
desnudamente.
Y eso me reconforta.
Ya lo dije en otro poema,
parece que, contra todo pronóstico,
no me rompí.
Aún sigo entera.
Nuestro otoño
Deslizándome sobre el otoño de tu cuerpo
aprendo a sortear los abismos.
Acurrucada en el pliegue de tu orilla
espero a que el azul estalle.
Podrás venir y encontrarme esquinada.
Podrás partir y no darte ni cuenta
de que estaba allí.
Y otra vez, por la noche,
cuando los pájaros dejen de traer
antiguas canciones a tu ventana,
mirarás y me hallarás a tu lado
atando cintas de colores a nuestros recuerdos,
en una ofrenda
por una paz
que ni tú ni yo hemos sabido construir
jamás.
El deseo
Me agarran tus manos por las caderas
y me atraen hacia ti;
Siento que me acoplas, firme,
encajándote en cada uno de mis recovecos
y de mis silencios.
Posas una mano en mi nuca,
presionas,
pulsas.
Vas deslizando tu deseo por mi espalda
y mi deseo
se abre y se humedece
en un anhelo loco
que busca tu boca,
desinhibido,
que aspira a ella
y que en ella te encuentra,
íntimo,
despojado de muros.
También tú me encuentras allí,
desovillada,
y una vez reencontrados,
en una certeza entrelazada,
nos perdemos
por un instante
y por una leve eternidad
tú y yo
juntos.
No fui
I.
He escrito mucho sobre tus iras y tus tormentas,
sobre tu cárcel deshabitada,
sobre tu amor que embarraba mi alma de poeta
y mis silencios.
Pero sé que fui yo la que no estuvo a la altura,
la que no quiso estar.
Yo, la ausente,
la que dejó crecer el fraude entre nosotros.
Yo, la amurallada,
la que simplemente no fue.
Te pido perdón ahora desde esta fría tumba.
II.
Fíjate que un día creí tener el futuro entre mis manos,
creí saber lo que decir y lo que hacer para llegar hasta ti,
creí que esta casa sería el lugar acogedor
en el que fundar nuestro sueño.
Fíjate que, en aquella juventud, confiaba en que la vida sería generosa,
susurraba palabras de aliento a nuestros corazones hambrientos,
creía pertenecer a una generación que cambiaría el mundo.
Figúrate, mi amor, estuve allí y ahora estoy aquí.
Nada fue tan fácil.
Tampoco fue especialmente difícil, lo sé,
simplemente no fue como lo había imaginado.
No fui la heroína que surcaba los mares,
que salvaba vidas, que atesoraba versos.
No fui tu amor eterno.
Simplemente no fui.
III.
Quise ser la ninfa que desvelaba tus sueños,
la mariposa que aletea tus pensamientos.
Quise ser la caricia, el susurro,
la risa derramada,
el manantial que brota.
Quise ser en tu música el silencio entre dos compases,
la luz de la mañana, el calor de la tarde,
el color de la arena cuando se une con el mar.
Quise ser …
Pero ¿qué soy para ti?
Si no soy para ti no seré.
Soy y no soy.
A veces nada.
Extraña soledad.
I.
Un día sola
en esta casa vacía
y todas las viejas palabras
vuelven hasta mí.
Cojo el cuaderno
y anoto estas frases inútiles,
estos versos tristes, huecos,
con palabras antiguas,
siempre las mismas
palabras del pasado,
tristes, inútiles, huecas,
de las que no me puedo desprender.
II.
Toco tu lado de la cama
y no estás.
Tengo los pies fríos
y el corazón asustado.
Esta soledad nueva
que se acuesta conmigo
es huraña y fría
y no reconforta.
III.
Es extraña esta soledad
no deseada.
Toda una vida anhelando estar sola,
y, sin embargo,
ahora
que los hijos se han ido,
que mi pareja partió,
esta casa vacía
me pesa y me duele
y me da miedo.
Es un miedo sordo,
sin motivo aparente,
un miedo obtuso,
abstracto,
inútil, frío,
un miedo tonto.
Me acecha en cualquier rincón,
como una alimaña oscura
y descarada,
o también en la cama
(antes sinónimo de seguridad)
y me agarra por dentro
con una fuerza irracional,
me estira de las entrañas,
me hace nudos que no sé deshacer,
me vuelve pequeña
y frágil,
y no puedo respirar.
Desencuentros
Armo una vez tras otra con mis propias manos
el puzle sentido de los desencuentros,
como una autómata programada desde el principio de los tiempos,
desde el eslabón primero de mi ADN.
Pero esta vez no quiero recomponer,
ni olvidar,
ni pasar página.
Quiero quedarme ahí,
apurando esta ira loca
y esta desesperación que me erosiona,
y llegar al fondo de todas las cosas,
de tanto, tanto, llanto huido, envenenado.
Quiero permanecer aquí
en esta isla fría
y sentirme sola y abandonada,
sobre todo muy abandonada,
no ya como la niña que fui,
sino como la mujer en la que me he convertido,
o la sombra de la mujer en la que me he convertido,
rabiosa y torpe.
Y sí, permanecer aquí,
el tiempo que haga falta,
minutos, años, eras estelares,
hasta saber por fin
si hay
un mañana.
Hoy vengo a ti
Me dirijo hacia ti
como un bloque de hielo
que surca los mares del silencio.
Llegaré despacio,
sin hacer ruido,
provocando un tsunami amarillo
frente a tus costas oceánicas.
Tus ojos mirarán impávidos
desde las honduras más negras,
aguardando mi llegada, vigilantes,
como viejos faros solitarios
eternamente en guardia.
Pero estás aún muy lejos
aunque yo me acerco.
Puedo respirar la distancia,
que se mide en llantos
y en secretos guardados desde siglos
tras los muros dorados de tu recinto sagrado,
infranqueable.
Sigo adelante
en la misma dirección que marca tu reflejo.
Pero por momentos se pierde, se diluye
y tengo que comenzar de nuevo,
desorientado.
Lo busco una y otra vez
en las orillas desmanteladas de mis sueños.
Lo rastreo como un sabueso ávido
al acecho de anhelos.
Pero el mar se lleva cualquier huella
que pudiera servirme
y ahoga, no solo los recuerdos,
sino lo no vivido,
sobre todo lo no vivido,
los besos nunca dados,
las palabras no escritas,
las caricias muertas antes de nacer.
Por fin intuyo la senda que me llevará a tu regazo.
Una leve línea dibujada en el viento.
Cabalgo más rápido sobre mi corcel de olas.
Procuro apresurarme para llegar antes de la medianoche
y no perturbar tu imposible descanso
bajo la noche conjugadora de versos estrellados
e infinitos.
Ciertamente, me asusta
cómo será este encuentro
entre tu alma dolorida
y mi cuerpo frío.
Cómo haremos para llegar a tierra firme
sin perder el horizonte,
en este inmenso mar de dudas inútiles
en el que se ha convertido nuestro último paisaje.
Me preocupa también, es verdad, para qué negarlo,
si seré capaz de conjurar las oscuras sombras
de tu eterna y lírica tristeza.
Pero ni el miedo ni las dudas
son hoy las brújulas que guían mi camino.
Por eso hoy estoy viniendo hacia ti
con toda mi determinación.
Vengo
con lo que soy,
con lo que no soy,
con la verdad como único equipaje.
Hoy estoy viniendo hacia ti
con toda mi determinación
y mi amor.
Y esta vez
me quedaré.
Nueva noche
I.
Observo esta bella noche
que se cierne extraña sobre nuestro futuro.
El río oscuro y fluido de nuestra existencia
parece derramarse, loco,
sobre el volcán de los sueños.
En el interior de sus aguas
algo crece y quema
y hace tambalearse todas nuestras viejas certezas,
nuestra realidad estructurada,
las rutinas inevitables y yertas.
Y, allí, en un rincón,
desde las grietas ásperas del terreno
brotan nuevos deseos inesperados
que se funden tímidos
con los miedos antiguos,
amarillos y sucios,
en pequeñas hogueras de luz.
II.
La luna se vierte sobre tu cuerpo
atento a cada sonido de la noche.
Vienen tiempos difíciles,
puede ser,
negros como los grillos que oigo a lo lejos
y saltan desde mis sueños más íntimos.
Tanto por hacer,
tanto por decir.
Se rompió esa normalidad absurda
que nos unía
y ahora todo es nuevo,
desiertos por habitar,
páramos que trabajar,
sólo camino.
Tú y yo tejiendo un manto nuevo
en el que cobijarnos de la memoria del frío,
tú y yo tendiendo puentes,
enlazando universos.
Tú y yo solos,
y esa luna grande y hermosa
derramando su luz
sobre nuestra nueva noche.
OPINIONES Y COMENTARIOS