RETRATO EN SEPIA
El tiempo, verdugo, cruel y despiadado
va transformando nuestros retratos.
Las viejas fotografías adquieren el color sepia.
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Los tonos amarillean,
quedando en puro ocre,
como las hojas otoñales
de bosques que antes vistieron de verde intenso
pero más tarde cambiaron sus trajes.
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Y cuando llegó el invierno
desnudos mostraron sus cuerpos,
llenos de arrugas, lacerados.
De un alba donde todo fue tomando luz,
llegamos al ocaso apagado.
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1.A la noche
En la opacidad del alma:
lamentos de tristezas infinitas.
Cuando todo son tinieblas
la soledad se viste de silencios.
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Noche que apareció sin crepúsculo ,
sin día ni tarde luminosa.
Noche de negrura tenebrosa.
Miedo al terror de no ver nada.
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Pánico de no encontrar amanecer.
Terror a una luna eclipsada.
Lágrimas por no percibir claridad.
Cuando ya todo es oscuro
nada hace presagiar que haya un mañana.
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2.Al ocaso de la vida
Pensamientos se confunden
apareciendo en el alma,
dentro de una gran zozobra.
Como el agua que rompe la roca,
como el río que encuentra el camino del mar,
aparecen los miedos en la soledad.
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Emana radiante un recuerdo alegre
que lucha con las tinieblas,
pretende ser como un arcoíris
lleno de matices cromáticos.
Aurora boreal en un mundo fantástico .
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Más cuando ya oscurece y las pinceladas
rojas se mueren y desaparecen,
todavía puede pasar que un claro de luna
nos pueda alumbrar un paisaje
de un lienzo impresionista.
Cielo estrellado de un Vangoth
en un Moma vanguardista.
Esas pequeñas luces son esperanzas
en la noche del pensamiento.
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Como mar embravecida en medio de una tormenta,
así bulle la inquietud en medio del pánico.
Suena el trombón con fuerza,
timbales y platillos ponen notas discordantes.
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¡Por favor, que suene una melodía!
¡Ni sonidos que chirríen!
¡Ni silentes sintonías!
Necesito una amanecer que traiga sol.
El vaivén de un mar en calma.
Cielos azules en cálida mañana.
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¿Qué ha sido del acontecer de mi vida?
¿Dónde dirigiré mis pasos?
¿Cómo conduciré mi barca?
¿Cuándo será mi partida?
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Ahora cuando la tarde empieza a declinar
su brillante colorido y me quiere dar un último regalo,
no quiero verme engañada por el horizonte rojo.
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Quiero ponerme frente al espejo
y en el final de mis días
quiero saber si de verdad di todo el amor
de esa mochila cargada que tenía para repartir.
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¡Sí!, evocaré a San Juan De la Cruz,
me examinaré del amor.
Y en un recogimiento místico
hurgaré en el arcón de mi espíritu
preguntándome si de verdad encontré a Dios
en los que pasaban hambre, carencias y sufrimientos.
Si supe darme a quién me buscó.
Si supe encontrar al que de verdad me necesitaba.
Si busqué para que me ayudaran.
Y en tanta búsqueda encontré dar y tomar
con amor, encontrando en cada acto
enorme satisfacción y paz en el interior.
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Hoy en que el miedo me invade
y la angustia ahoga mi alma,
la nostalgia me aprieta aún más.
Recuerdos de mejores tiempo afloran
como pétalos que forzaran el capullo
para alumbrar una bella flor.
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La memoria tiene rincones recónditos
que esconden las acciones que no fueron buenas.
Hermosos jardines de puertas abiertas
muestran todo lo que nos gustó.
Aguas cristalinas de ríos mansos
nos devuelven imágenes
apresadas en nuestro corazón.
¡Que terrible es el cristal del espejo!
Enseñándonos la fealdad del pasado.
Y que amables es el tiempo,
capaz de disfrazar todo lo que nos hizo mal
suavizando los recuerdos.
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Hoy al subir a la cima de la montaña de mi vida
me he sentido cansada por tanto peso soportado
a lo largo de la enorme cuesta.
¡Con qué ímpetu subía los primeros tramos!
¡Qué energía podía desarrollar en las primeras etapas!
Más al pasar de los días, meses, años
y hojas del calendario,
la cumbre más se alejaba y el esfuerzo mayor se hacía.
Lo que empezó en un paseo
acabó en un esfuerzo cansado lleno de mucha fatiga.
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En la parte más alta , donde se divisa el valle,
pueblos encalados y naturaleza salvaje.
Buscaré un llano de césped y margaritas.
Me tumbaré en la hierba y me empaparé de este aire.
Escucharé dulce música y evocaré algún baile.
Una sonrisa me dibujará una cara más amable.
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Pero vuelven esas feas cavilaciones,
como la crisálida que deja volar una mariposa negra
mi mente hace brotar los malos augurios.
Quiero volar pero me atrapa una tela de araña.
Quisiera poder encadenar al miedo.
Poner un fuerte candado a la inquietud.
Pero… ¿cómo se pone tanto dolor en cautiverio?
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Quiero detener la germinación de la semilla.
aprisionando la tierra con mis manos,
para que no brote la mala hierba;
pero mis intentos son vanos esfuerzos,
ella siempre busca caminos nuevos.
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Llega la noche, no hay lunas ni estrellas.
Todo se oscurece, se apaga y se desvanece.
Solo la desmemoria aumenta y crece.
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3. El olvido.
Llegará un día que me perderé en la noche de tu olvido
Cuando dejes de escuchar los sonidos de mi voz.
Cuando mi rostro se difumine en tu mente.
Cuando el recuerdo se desvanezca
y de tus pensamientos desaparezca,
no surgirá ni siquiera la nostalgia,
porque no se evoca lo que queda en alma rota.
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Me duele que no sea la sombra de un sueño
ni en un momento de tu sentir, tu dueño.
No seré ni un suspiro en tu garganta.
Ni esa canción que tanto te encanta.
No seré ni sombra ni sonido
ni imagen, olor, ni vestigio.
Como la gota de agua que se pierde en el mar
quedó mi recuerdo en la eternidad.
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Me duele no aparecer en tus recuerdos,
no ser un rincón de tu memoria.
Me duele no ser ni una sombra
bajo la luz de tu pensamiento.
Me duele no ser ni un triste lamento.
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4. La búsqueda
Cuando estés perdido búscame:
en la brisa del aire que te acaricia;
en los objetos que hube tocado;
en el recuerdo de los besos que te he dado.
Búscame en el olvido de tu memoria.
Revuelve el cajón de tus recuerdos.
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Me encontrarás en la nebulosa de tus sueños;
en el crepitar de las llamas de tus pensamientos.
Pero búscame, no te quedes esperando.
No esperes encontrarme sin trabajo.
Estaré en la lluvia plateada.
En montes de espuma azulada.
Estaré en cada uno de los sitios
donde siempre disfrutamos.
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Y cuando un día me encuentres
y en mis recuerdos refugies tus miedos,
no lamentes el tiempo empleado.
Que no te pese el esfuerzo,
porque yo estaré velando tus sueños.
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5. Cuando no sea ni un recuerdo.
Me iré y quedarán mis palabras
escritas en una vieja libreta llena de manchas.
Y un día la libreta será un escombro
porque sirvió de tea al fuego de la chimenea.
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Y cuando ni siquiera sea una triste sombra,
ni una partícula pululando en la luz de una ventana,
ni un triste recuerdo en la memoria de una anciana,
existirá mi pueblo con su alto castillo y su campanario.
Un reloj dará las horas como letanía de un viejo rosario.
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Los niños jugarán en las plazas cantando y saltando.
Habrá águilas reales en círculos planeando.
Y volarán los buitres leonados a sus nidos;
en la piedra buitrera se oirán sus graznidos.
Las ranas saltarán en las charcas del Río Frío.
Habrá fiestas del Señor con sus danzas.
Habrá romería del Lunes de Albillo después de la Pascua.
Pero yo no seré ni el eco de una voz desdibujada.
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Y cuando ni una sola memoria me albergue
Seguirán muchas cosas existiendo:
las calles con cuestas, los fríos inviernos,
la ermita en el campo y un viejo convento.
Dehesas de encinas llenando los cerros.
Ovejas y vacas se verán pastando.
Los cerdos estarán entre bellotas hozando.
Se criaran las setas y los espárragos.
Romero, espliego, lavanda y orégano,
extenderán sus perfumes por el campo.
Aromas de jamones y chacinas
aparecerán al volver cualquier esquina.
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La gente seguirá, en las tardes paseando
por caminos de piedras y otros asfaltados.
Pero yo no seré ni un recuerdo bien guardado.
Solo seré en el cajón de un viejo ropero
un retrato en sepia olvidado.
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