AÑO 1987. Estudio COU. El profesor de Literatura Contemporánea nos encomienda la tarea de escribir una novela como trabajo de fin de curso. Escribo un «dramón» ambientado en la Revolución Francesa. Un apuesto militar seduce a una ingenua muchacha mucho más joven que él que resulta ser su hija. Paralelamente a esta trágica historia de amor, la guillotina cae sobre innumerables cabezas y muere hasta el «apuntador».

Escribo en el silencio de la noche sobre papel, el defectuoso que mi padre me trae de la fábrica donde trabaja con la finalidad de ahorrar unas pesetas en folios blancos, con bolígrafo azul (el negro no me gusta) y con una incipiente pésima caligrafía.

Paso «a limpio» las innumerables hojas que escribo en la máquina de escribir «Olivetti», que tan de moda está en estos momentos.

AÑO 1997. Participo en un taller de escritura creativa impartido por el Excelentísimo Ayuntamiento de Parla previo pago de la módica cantidad de 1.000 pesetas. Taller intenso e intensivo en el que mi imaginación me lleva a escribir relatos cortos. Títulos como «La evolución del hombre» o «El amor puede ser un asunto muy feo» se convierten en hilarantes fenómenos literarios.

Vuelvo a escribir en el silencio de la noche sobre papel, reciclado, con bolígrafo azul (el negro sigue sin gustarme) y con una consolidada pésima caligrafía.

Paso «a limpio» los relatos escritos. Utilizo la última y revolucionaria tecnología: un ordenador que tiene un sistema operativo MS-DOS y un procesador de texto llamado «WordPerfect».

AÑO 2017. Participo en un taller de escritura llamado «Lectura y escritura 2.0.» impartido por la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid. Aún no sé cómo tengo que escribir, e incluso tengo mil dudas acerca de qué tengo que escribir.

Me aventuro contando «Lo que no me gusta» y, como ya es costumbre en mí, aprovecho el silencio de la noche para escribir sobre papel, el defectuoso de la empresa donde ahora trabajo, con bolígrafo azul y con una ya afianzada pésima caligrafía.

Ya no puedo hablar de «pasar a limpio» el texto escrito, sino de «colgarlo» en Internet a través del teclado del ordenador. Y es aquí donde me pierdo, y mucho, pues parece ser que después de crear un «Perfil» e introducir el texto, al que se le puede adornar con música, vídeo o fotografías, tiene que visualizarse en varios correos electrónicos, que previamente se han agrupado para después segregarse. En fin, un lío de mucho cuidado, pues no sé dónde está el texto. ¿Estará perdido en la red? o, ¿seré yo la perdida en la red?

AÑO 2032. Escribo la novela de mi vida. ¿Realidad o ficción? Realidad. Yo siempre he dicho que la realidad supera la ficción. El apuesto militar de la Revolución Francesa se ha convertido en un hombre de carne y hueso; la ingenua muchacha se ha transformado en una auténtica mujer; la trágica historia de amor, no es trágica, es simple y llanamente una historia de amor; y no muere nadie, pues aun cumplidos los 60, se es todavía muy joven para realizar el último viaje.

Sigo aprovechando el silencio de la noche para escribir sobre papel, «recicladísimo», con bolígrafo azul y con mi característica pésima caligrafía.

Lo de «pasar a limpio» los textos ya forma parte de la historia «pre-internauta». Continuo «colgándolos» en Internet 2032. Llegó un momento en el que logré aclararme con tanto icono y tanta tecla.

Sin lugar a dudas, ya me he encontrado en la red.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS