Mi poesía, absorta por
mi lúgubre historia,
yace impaciente en mi memoria.
Esperando por su hora,
se embriaga con el néctar
de la abundante y
autóctona flora.
Su mundo fantasmagórico
irradia temor, pero ella
lo observa con voluptuosidad,
no se deja asustar.
Con un carácter apacible,
su camino sigue y cuando
puede escribe, lo que
será, su obra sideral.
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